Así que resulta que Manuel Baqueiro e Itziar Miranda son unos verdaderos cocinillas...

Sí, nos gusta comer bien y al que le gusta comer bien le gusta cocinar, porque no vas a ir todos los días a El Poblet por ejemplo [el restaurante en Dénia de Quique Dacosta]. Este libro [editado por el sello literario Plaza & Janés] surgió de una amistad, de la afición común por la cocina y de la serie.

En el libro se entremezclan las voces de Marcelino y Manolita y de Manu e Itziar.

Mucho, totalmente. Eso queríamos, que de repente pases del personaje a la persona porque es lo que nos ocurría. Empiezas a hablar desde el personaje y acabas hablando de ti, porque la comida al fin y al cabo son tus momentos. Tiene ese código de humor de los personajes, que son la parte más fresca de la serie, la oxigena, a veces es mucho drama.

¿Y no será que después de tantos años interpretando a Marcelino se le ha metido dentro el personaje a Manuel Baqueiro?

Sí, a veces te descubres por la calle y sueltas alguna cosa de Marcelino. O ves a Itziar comportándose como Manolita. Es normal. Son muchos años, muchas horas y se apodera de ti. Por eso buscamos otras cosas [los dos intérpretes están inmersos proyectos teatrales; por ejemplo, Manuel está de gira por todo el país con la obra La ratonera].

¿El Asturiano tiene ya listo el menú de Navidad? ¿Cuál sería?

Yo soy de origen gallego, así que metería unas almejas a la marinera y luego pescado, un bacalao al ajoarriero o una lubina a la sal, el primer plato que cociné en mi vida. Pesqué una lubina con ocho años. De primero también podríamos poner unas otras en escabeche.

La verdad es que es mucho lujo para tiempos revueltos.

Ahora también están revueltos, tanto o más. Y de postre unas torrijas.

Cuentan ustedes que la serie, y el libro, les ha hecho valorar más a sus abuelos.

Te das cuenta de lo duro que era y de que la felicidad son las pequeñas cosas. Y la imaginación que tenían. La cocina de aquella época se puede trasladar al día a día. Ahora todo el mundo tiene un balón de fútbol, pero allí cosían cuatro trapos y estaban jugando toda la mañana en la plaza. Nuestros abuelos tienen una historia que yo creo que hay que contar, pese a la polémica, yo creo que es fundamental para aprender de los errores, no para abrir heridas, para cicatrizarlas bien.

¿Cree que ése es el éxito de Amar en tiempos revueltos?

Sí, es contar una historia de todos. Las series de época están muy de moda. Y que cada año se renuevan tramas manteniendo cosas comunes, como nuestro bar. Ese es el cóctel que, en mi opinión, hace que funcione realmente.

Reivindican la cocina a fuego lento en los tiempos del fast food, de esa comida rápida...

Y de la cocina supercreativa. Yo reivindico los platos de cuchara de siempre, de nuestra historia. Está muy bien que la gente joven descubra estos platos de siempre. La cocina creativa también me gusta, pero la verdad es que no para el día a día. Y son nuestros sabores.