Es mexicana, abogada, tiene 36 años y 4 hijos a los que lleva todos los días al colegio. Nada fuera de lo común de no ser porque su estética llama la atención.

Alrededor del 95% de su cuerpo está cubierto por tatuajes y piercings. También se ha implantado colmillos e insertado bajo la piel cuernos de titanio. Una imagen extrema para conseguir, asegura, una vida normal.

Con este aspecto, dice, ha transmitido su interior al exterior. Sufría malos tratos de su primer marido, y así consiguió superarlo. Ahora reivindica su vida, que considera de lo más normal.