Cuando la fumata blanca convirtió en abril de 2005 al cardenal alemán Joseph Ratzinger —hasta entonces prefecto de la congregación para la Doctrina de la Fe— en el papa Benedicto XVI, se le calificó como el «Rottweiler de Dios», al entender que impondría la tradicional eficacia alemana en la opaca burocracia del Vaticano, lo que se conoce como la Curia. En lugar de eso, cuando a primeros de año estalló el escándalo de la filtración de documentos que afectan a los órganos clave del Estado más pequeño del mundo, el jefe de la Iglesia católica no pudo ni mantener en secreto su correo privado. Ahora, muchos en Roma ven en su falta de reacción una debilidad de la que se aprovecha su mano derecha, Tarcisio Bertone.

El mayordomo de confianza del Papa, Paolo Gabriele, Paoletto, de 46 años, fue arrestado el pasado 23 de mayo por la Gendarmería vaticana acusado de ser el «cuervo» que filtró los documentos. La «bomba» estalló un día antes de que el consejo del Instituto de Obras para la Religión (IOR, el conocido como Banco Vaticano) despidiera a su director, Ettore Gotti Tedeschi, acusándole de incompetente y de lavar dinero negro. Dos días más tarde, cientos de personas congregadas en San Pedro gritaban: «¡Verdad!, ¡Verdad!» mientras sostenían fotos de Emanuela Orlandi, la hija de 15 años de un empleado del Vaticano que desapareció en 1983. El exorcista en jefe de la Santa Sede aseguró que la chica fue secuestrada con fines sexuales y agregó: «La investigación debería efectuarse dentro del Vaticano».

Los escándalos revelan la batalla secreta que se libra desde hace meses tras las murallas del Vaticano con un mismo fin: debilitar la autoridad del brazo derecho de Benedicto XVI. Según expertos vaticanistas, Tarcisio Bertone, lucha por el poder contra su predecesor en el cargo, el cardenal Angelo Sodano, que ocupó la secretaría durante el largo papado de Juan Pablo II. «La razón de tal lucha es que Bertone tendrá una gran influencia en el próximo cónclave, en el que se elegirá al siguiente Papa», explicó Giacomo Galeazzi, redactor del diario italiano La Stampa.

Es un hecho que el cardenal Sodano trata de neutralizar a Bertone para postular a uno de sus protegidos antes de que Benedicto XVI fallezca. Las fugas de información, donde se trata de poner de manifiesto la corrupción y las mala gestión de Bertone y su entorno centrarían esta estrategia.

No son pocos los obispos que ligaron su suerte a la de Sodano con la esperanza de convertirse en cardenales, cosa que no sucedió. Por ello no quieren a Bertone, que ha reclutado a un influyente grupo de nuevos cardenales —casi todos italianos— con el fin de preparar la sucesión de Benedicto XVI. Es hora, se dice en la Curia, de que el papado regrese a Italia tras dos pontífices del Este y Centro de Europa como Karol Wojtyla y Ratzinger.

Muchos opinan que Gabriele solo es un chivo expiatorio, uno más en una trama organizada en la que se han detectado hasta cinco cardenales. En cuanto al cese de Gotti Tedeschi, que solo respondía ante el Papa —lo que siempre puso en guardia a Bertone— se especula con un interés de la Curia por evitar «la transparencia» ofrecida por el banquero, un íntimo amigo de Ratzinger.

Gotti Tedeschi, tras días en silencio, anunció el jueves que dará la batalla y explicó que espera una comisión que aclare las acusaciones en su contra.

Ratzinger no se fía, por lo que ha encargado a un grupo de cardenales mayores de 80 años, que no pueden votar en un cónclave, al mando del español Julián Herranz, para que descubran a los «cuervos».

Bertone acumula tanto poder como errores de gestión

Cuando Benedicto XVI eligió en septiembre de 2006 a Tarcisio Bertone, de 77 años, como nuevo secretario de Estado despertó grandes recelos entre la Curia. El nuevo Papa optaba por un teólogo, experto en Derecho Canónico, para dirigir la burocracia vaticana, algo que durante muchos años fue un coto cerrado de los diplomáticos de la Santa Sede, como era el caso de su antecesor con Juan Pablo II: el cardenal Angelo Sodano, el gran enemigo de Bertone.

Su cercanía al papa Ratzinger, del que es su mano derecha desde que ambos coincidieron en la congregación para la Doctrina de la Fe ha ampliado los recelos. «Bertone lo maneja todo», se suele escuchar en las estancias vaticanas. Por eso, algunos miembros de la Curia le acusan de controlar con mano de hierro el acceso al pontífice y menospreciar a no pocos prelados italianos al relacionarse con los políticos locales.

Con todo, sus errores no son pequeños. En abril de 2010, unas polémicas declaraciones en Chile sobre la pedofilia y la homosexualidad le valieron fuertes críticas y obligó al Vaticano a matizarlas: «Han demostrado muchos psicólogos, muchos psiquiatras, que no hay relación entre celibato y pedofilia, pero otros han demostrado, y me han dicho recientemente, que sí la hay entre homosexualidad y pedofilia», dijo.