El doctor Juan Viña (Valencia, 1956), el único que usa pajarita del campus -«una tradición que mantengo de mis años en Oxford», dice-, sostiene que la buena ciencia es la que sabe formular preguntas que vale la pena contestarse y la que da respuestas que llevan a más preguntas.

¿La profesión de científico es de profunda soledad?

No, la investigación moderna es colaboración con mucha gente pero de una soledad colectiva. También tenemos que explicar a la sociedad lo que hacemos. Pero es pasión lo que hace falta.

¿En la ciencia? ¿En España?

En todo. David Hume decía que la razón es, y será siempre, esclava de la pasión. Si no hay pasión, estamos muertos, no hay nada.

¿Ser madre es un seguro contra el cáncer de mama?

Hay una paradoja científica, los embarazos, si consideras toda la vida de la madre, protegen del cáncer de mama, pero, en cambio, si consideras los cinco primeros años, el riesgo de cáncer de mama es más elevado si lo comparas con mujeres que no han sido madres.

¿De qué porcentaje se refiere? ¿de un 70%?

No, mucho más bajo pero de un riesgo elevado, y lo que es más interesante desde el punto de vista social es que si la madre tiene más de 35 años el riesgo de tener un cáncer de mama es todavía mas alto que si tuviera 23. Lo que es muy importante es decir que es una dualidad, si consideras toda la vida, el embarazo protege contra el cáncer, pero si coges los primeros cinco años hay más riesgo, y si eres mayor, todavía mayor el riesgo.

¿Por qué se dispara el riesgo?

Porque se produce un ambiente proinflamatorio dentro de la glándula, los genes de fase aguda y de inflamación se expresan mucho y de una forma muy coordinada. Si entendemos lo que ocurre en condiciones normales, de cómo se regula, podremos entender cómo se descarrilla y si lo entendemos, la siguiente fase es que podríamos diseñar un tratamiento para reducir el riesgo del incremento de cáncer. La pregunta es si vale la pena proteger a la mujer con fármacos antiinflamatorios al mes o mes y medio de ser madre y de si va a ser útil o no. Y eso no lo sabremos hasta que no se haga un estudio.

¿Sería interesante hacerlo?

Yo creo que sí, y esto además nos lleva a una cosa importante que digo siempre a mis alumnos: que hay dos tipos de ciencia, la buena y la mala.

¿Y cuál es la buena?

La que sabe formular una pregunta que vale la pena contestarse y la que te da una respuesta que te abren más preguntas.

¿Cuánto hay de la primera y de la segunda?

Lo que caracteriza a una sociedad moderna no es acumular información nueva sino acumular información de valor estratégico. Siempre pongo un ejemplo que es muy claro: «Si un señor no hubiera dicho que un gas cuando se expande roba calor, no se hubiera inventado la nevera». Y en la ciencia buena, primero la básica y después la aplicada, cuando alguien dice: «Tenemos que sacar a España volcando dinero en la aplicada», hay que responderle que no, que vuelque el dinero en ciencia buena, primero la básica y luego la aplicada, porque no se puede correr antes que andar.

¿La situación económica actual está matando la pasión?

De la crisis se sale. La crisis ha venido con un cambio de paradigma de la organización social. Yo creo que el siglo XX acabó con la caída del muro de Berlín, en 1989, y luego la inercia ha hecho que tardemos veinte años en que haya una crisis internacional, agravada en España, Italia, Grecia y con sus peculiaridades, que indica que lo hemos hecho mal o que se tendrá que organizar la sociedad de otra manera, que aquello ya no sirve. Los poderes públicos y la sociedad civil tienen que dar unas directrices de por dónde salir.

¿El apoyo a la ciencia es fundamental en estos momentos?

Sí, hay que apoyar la ciencia, igual a muy corto plazo no genera empleo, pero yo creo que en la vida hay táctica y estrategia. ¿Por qué Inglaterra sigue siendo poderosa? Pues porque el poder de Inglaterra está en la ciencia, cada tres o cuatro años les cae un Premio Nobel y es un país de 70 millones de habitantes, que no es Estados Unidos. En el triángulo Oxford-Cambridge-Londres hay once mil científicos por cada cien mil habitantes.

El último Nobel español fue Severo Ochoa

Sí, y tenía pasaporte norteamericano.

Y el anterior, Ramón y Cajal. ¿Qué requiere la ciencia?

Inteligencia, ambiente y pasión, y formularse preguntas que valgan la pena.

Los recortes supondrán un retroceso de varias generaciones.

Sí, perdemos el impulso.