Alrededor de las celebridades florece una industria que funciona por el boca a boca y que en ocasiones da lugar a negocios millonarios. Se trata, por ejemplo, de cirujanos que ayudan a rejuvenecer a la jet set, de arquitectos de futbolistas ricos, de tatuadores. ¿Quiénes son estos proveedores de servicios?, ¿cómo empezaron?, ¿qué normas se autoimponen para tratar con sus famosos clientes? y, sobre todo, ¿qué les piden estos?

La cuestión es que los famosos -y aquí entrarían no sólo las estrellas del espectáculo y los deportistas de élite, sino también empresarios de alto nivel, la realeza y los políticos- necesitan arquitectos que diseñen sus casas, agricultores que les sirvan naranjas y sandías, por ejemplo, tatuadores que dibujen en su piel, dietistas que corrijan sus excesos con la comida o el alcohol o los refrescos azucarados... En definitiva, un pequeño enjambre de especialistas conectados las 24 horas, capaces de leer sus mentes (cosa harto complicada) e interpretar sus deseos.

Un buen ejemplo es Joaquín Torres, quien dice que le incomoda ser conocido como el arquitecto de los famosos, porque de alguna forma esto da a entender que todo lo que ha conseguido ha sido gracias a clientes de renombre "como, entre otros muchos, Amancio Ortega, Felipe González, Cristiano Ronaldo, Fonsi Nieto, Alejandro Sanz o Borja Thyssen-Bornemisza y su mujer, Blanca", cuando detrás de sus imponentes casas hay muchos años de trabajo en la sombra.

Respecto a su complicada relación con los famosos, Torres cuenta lo siguiente en su libro 'Detrás de la puerta' (La Esfera de los Libros): "Todo empezó de la manera más casual, como siempre pasan estas cosas. Yo era cliente de una tienda de Madrid, Just One, donde compraban, sobre todo, personas con un poder adquisitivo más que elevado. Por circunstancias que no vienen al caso, al poco tiempo me convertí en socio de la tienda. Visitaba el establecimiento con bastante frecuencia, casi tanta como lo hacían Eduardo Zaplana, Finito de Córdoba o el entonces futbolista del Real Madrid Fernando Hierro, cliente habitual. Coincidí con él en una ocasión, y ahí surgió el idilio".

Hoy, más de doce años después, el arquitecto explica que Hierro continúa siendo su amigo, al igual que los también futbolistas Fernando Torres, Víctor Valdés y Mami Quevedo o la presentadora valenciana Cristina Tárrega, esposa de este último. Sin embargo, la gran mayoría de los famosos le ha decepcionado, confiesa. Por ejemplo, asegura que no volvería a trabajar con Penélope Cruz y Javier Bardem, con los que mantuvo una relación tormentosa. Y que tampoco consentiría el pastiche arquitectónico que le permitió a Zinedine Zidane (rocas balinesas, decorados marroquíes, un jardín de cascadas para el que se contrató al constructor de Port Aventura, una cabaña suiza, etcétera), hasta el punto de no reconocer como propio el estilo de la casa de Zizou.

Joaquín Torres

"Muchos se dejan llevar por lo que sale en el cine"

Ha diseñado las casas de muchos famosos, entre ellas la de Cristiano Ronaldo: "He discutido con famosos convencidos de que eran seres superiores".

Por no tener pelos en la lengua, la opinión de Torres sobre los famosos es especialmente reveladora. He aquí dos perlas: "Lo complicado de la fama es que todo el mundo te alaba, te convierte en rey y te acabas creyendo de verdad que eres una persona especial. He tenido muchas discusiones con famosos que estaban totalmente convencidos de que eran seres superiores", y "estoy convencido de que a muchos de mis clientes, en realidad, no les gusta, pongamos por caso, la ropa de Gucci, pero que ser clientes de esa marca les proporciona seguridad y confort. Cuanto menos conocimiento tienes de una disciplina, más marquista te vuelves. Por esa misma razón, estoy convencido de que a muchos de mis clientes les gusta mi arquitectura, pero también de que hay otros a los que no y que, simplemente, me contratan por ser uno de los arquitectos que más pintan en Madrid".

Vale la pena pedir a Torres que haga un pequeño inventario de las cosas más raras que le han pedido algunos de sus exclusivísimos clientes: una cámara acorazada; una habitación del pánico para que el dueño se pueda esconder dentro en caso de que alguien entre a robar; peceras con medusas (que se mueren al poco tiempo); un garaje con calefacción, con salón y con espacio para más de 50 coches; salas de almacenamiento de cuadros (... para gente que no tiene ninguno) o zonas privadas con acceso independiente desde la calle...

En un ámbito cercano, Montse Folch, médica y dietista del Centro Médico Teknon de Barcelona, es conocida por que puso de moda la dieta "de la alcachofa" -incluso se la ha apodado doctora alcachofa-. "Resulta que hace unos años ¬relata Folch-, Rocío Carrasco, hija de Rocío Jurado, vino a mi consulta para que le hiciera una dieta personalizada y, dentro de un tratamiento mucho más amplio, le receté unos comprimidos de alcachofa, por ser diuréticos. El caso es que un día, saliendo de la consulta, le sacaron unas fotos y la gente empezó a decir que se había operado, cosa que no era verdad. Fue entonces cuando se supo que se trataba con una doctora de Barcelona y en qué consistía parcialmente el tratamiento. ¡Pero Rocío no se pasaba el día comiendo alcachofas! De hecho, yo siempre he dicho que la dieta de la alcachofa no existe. Pero no me ha servido de nada: a los pocos días, la clínica se llenó de fotógrafos y de gente que pedía visita. Y no acaba ahí la cosa,sino que surgieron varias dietas de la alcachofa, hasta el punto de que me concedieron una alcachofa de oro en Benicarló", localidad castellonense que cuenta con una denominación de origen y un premio que promociona esta verdura.

Montse Folch

"La dieta de la alcachofa no existe"

Dietista afincada en Barcelona, su tratamiento a Rocío Carrasco la hizo famosa y empezó a conocérsela como la 'doctora alcachofa'

Así que a Folch le cambió la vida, y señala que se hizo mucho más famosa en esos pocos días que en los diez años que entonces llevaba ejerciendo. A raíz del tsunami informativo que originó la supuesta dieta de la alcachofa, otras celebridades la amadrinaron, y muchos medios de comunicación se interesaron por las dietas de la nutricionista, algo que probablemente influyó en que otras caras conocidas (diversos actores y presentadores televisivos, por ejemplo) repararan en su trabajo y recurrieran a ella.

Si Montse Folch es muy conocida entre los famosos españoles, Juan Rallo no le anda a la zaga. De él se ha escrito que ha revolucionado el mundo de la salud y del entrenamiento personal en España, al trasladar el sistema de entrenamiento de las estrellas al público en general. Su libro Ponte en forma en nueve semanas y media (Espasa Calpe) lleva 27 ediciones y se aproxima a los 100.000 ejemplares vendidos. Por lo demás, "el milagro antigrasa de los famosos", como también ha sido calificado este castellonense de 39 años, explica que todo radica en que obtuvo "resultados espectaculares con los presentadores televisivos Pablo Motos y Christian Gálvez", lo que le llevó a colaborar con programas televisivos y publicaciones diversas y a cooperar, en ocasiones concretas o asiduamente, con otros famosos "como el cocinero Paco Roncero o los tenistas David Ferrer y Fernando Verdasco, entre otros", señala.

Con relación a lo que está más de moda en los gimnasios, Rallo señala que, al contrario de lo que sucedía antaño, ya no se valora tanto el músculo y, así, lucir unos bíceps hercúleos y desarrollar los pectorales de Tarzán, sino tener un cuerpo más funcional, "ya que el volumen ha cedido paso a la definición, y de ahí la moda de los abdominales, que es la última capa de grasa que desaparece, lo que equivale a sacar sobresaliente en fitness", explica este entrenador personal.

Rallo reconoce haberse hecho famoso a raíz de tratar con personajes conocidos, lo que le ha permitido escribir cuatro libros, irse a vivir a Madrid, impulsar una empresa que gestiona instalaciones deportivas, montar un gimnasio on line y, en definitiva, hacer realidad una de sus ilusiones: poder llegar a mucha gente. "En el momento en que tienes un prescriptor como Pablo Motos, se te abren muchas puertas y tienes más acceso para exponer tus proyectos", admite.

Algo parecido le ha pasado a Leo Millares, llamado "el tatuador de las estrellas". A semejanza de Juan Rallo, ha intentado por todos los medios no ser engullido por la fama y mantenerse fi el a su antigua vida, pero sólo lo ha conseguido en parte. Por ejemplo, desde que el canal televisivo Discovery Max se rindió a su arte y le propuso ser protagonista de un reality show que recrea el día a día de un estudio de tatuajes, señala que se pasa el día dando entrevistas "desde las siete de la mañana hasta que me acuesto".

El suyo es un claro caso de "veni, vidi, vinci", pero no a la manera de Julio César y el antiguo imperio romano, sino en formato de largometraje y con grandes dosis de intriga. Después de iniciar su carrera en el garaje de una ex novia, de trabajar en mil oficios mal pagados y de llegar a España desde Argentina con 24 años y prácticamente con lo puesto, a sus 37 años, ha hecho tatuajes a, enumera, "Alejandro Sanz -´lleva cosas muy personales, relacionadas con sus canciones, y también símbolos muy picassianos: un toro en el hombro, un 'Guernica', dice-, el cantante Ricky Martin o el futbolista Sergio Ramos -lleva escrita la frase 'El espíritu de los que mueren reside en la memoria de los que quedan vivos', y también se tatuó la Giralda, un duende, frases de Cicerón, de la película Invictus... y así hasta 19 tatuajes-", entre otros famosos.

Millares cuenta que nadie ha marcado tanto su carrera como Ariel Ibagaza, aquel centrocampista argentino, bajito y habilidoso que hizo la delicias de los aficionados del Atlético de Madrid, Mallorca y Villarreal. Millares conoció al Caño -el apodo balompédico de Ibagaza- en Argentina, donde le tatuó un escorpión en el dorso de la mano derecha en honor a su horóscopo. Explica el tatuador que al fichar Ibagaza por el Atlético en el 2003, el Niño Fernando Torres se fijó en dicho tatuaje y pasó a ser su cliente y que, después, este futbolista le trajo al cantante Dani Martín. A partir de ahí empezaron a desfi lar por su estudio de tatuaje de Móstoles (Madrid) "otros peloteros como Pepe Reina, Sergio Agüero, Simão o Guti", explica. Sobre este último comenta: "Tiene un poco de ángel y un poco de demonio", como demostraría que se ha hecho tatuajes de la Capilla Sixtina y el número 666.

Leo Millares

"Guti tiene un poco de ángel y de demonio"

Es el tatuador de los famosos: "Empecé con Ibagaza, y luego siguieron Fernando Torres, Dani Martín, Pepe Reina...".

"Ahora los motivos maoríes están de moda entre la gente famosa. Pero no quiero que tratar con celebridades me lleve a perder mis raíces, porque cuando pierdes la humildad dejas de ser quien eras. Tampoco quiero convertir mi estudio en una fábrica. Lo que deseo, en realidad, es compaginar este trabajo que realizo a personas populares con poder hablar con el charcutero de mi barrio o con el dueño de la tienda de frutos secos que tengo al lado, de manera que pueda atender a Sergio Ramos o a Marta Sánchez y que mis vecinos puedan bajar de sus casas y hacerse fotos con ellos", explica el tatuador.

Quien tampoco lleva idea de cambiar de vida es Federico Aparici, el fundador de Naranjas Lola. Esta empresa valenciana dice haber servido cítricos recién cogidos del árbol a clientes como Mariano Rajoy -aunque la que compra es su mujer, puntualiza- los hermanos Roca del restaurante El Celler Can Roca, Martín Berasategui (un enamorado de las cocas artesanales), Amancio Ortega, Adolfo Domínguez, Abraham García -el alma máter del restaurante Viridiana se pirra por las mermeladas de mandarina y de naranja, explica Aparici-, Miguel Indurain, Perico Delgado, Vicente del Bosque, Carles Francino, Ana Duato e incluso la Casa Real.

Pero tan sabrosísima nómina de apellidos no ha conseguido subírsele a la cabeza al fundador de la firma. "Esta sigue siendo una empresa familiar en que la más famosa es Lola, mi mujer", explica Aparici. "Y he de aclarar una cosa: nosotros no reservamos las mejores naranjas para nuestros clientes más selectos, sino que las naranjas son las mismas para todos. Es verdad que a veces alguien nos pide que le sirvamos naranjas del mismo árbol que el Rey, pero enseguida le hacemos saber que aquí no hay naranjos reales", agrega Aparici, tras comentar que hará unos diez años recibió un correo de la Casa Real en que se le pedía información de sus productos, "aunque tengo que puntualizar que no me escribió el Rey, sino su jefe de compras".