Es el tercer hombre de la historia que ha conquistado los tres confines de la Tierra: el Polo Norte, el Polo Sur y el Everest. Su alta responsabilidad en la inteligencia militar no le ha restado soltura, espontaneidad ni simpatía.

Es inquietante que en el congreso de calidad asistencial le elijan a usted para hablar de la adversidad.

Yo creo que una conferencia inaugural tiene poco que ver con el hilo conductor del congreso. Es algo que se coloca para atraer la atención. No creo que sea peyorativo [risas].

Ha vivido muchas experiencias adversas.

Me ha tocado muchas veces y afortunadamente he salido de ellas. Hay una parte física que se debe al azar y otra a la actitud y a la aptitud con las que abordas las cosas.

¿Cómo definiría la adversidad?

Inventar es un camino que normalmente acaba en plagio, así que me voy a ceñir a lo que dice la RAE. Es una desdicha, una desgracia o un infortunio con los que te enfrentas cuando quieres alcanzar algo en el mundo real. Nada es lo que parece. Vivimos en un mundo en el que el conocimiento de lo que nos rodea es imperfecto. La adversidad siempre es subjetiva.

¿Tiene algún decálogo para encararla?

No son recetas, son experiencias acumuladas durante muchos años que las ejemplifico y hago patentes en una expedición geográfica al Polo Norte que se emitió en el programa Al filo de lo imposible con el título «Yo estuve bajo la estrella Polar».

¿Viaja ligero de equipaje?

Siempre voy con lo puesto. En un mundo tan tecnificado hay que dar el mínimo de oportunidades para que algo salga mal.

¿Cómo aborda los malos momentos ?

Hay que trazar cosas simples y directas porque luego la realidad siempre se encarga de complicar lo que hay. Hay que aplicar la Navaja de Ockham que dice que «en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta».

¿Cómo elige a su equipo?

Lo primero es la calidad humana, que sean buenas personas, altruistas. Cuando vas a enfrentarte a cuestiones que te van a poner al límite hay que buscar personas que sean capaces de perdonar, de corregir, de aceptar sus errores, de reconocer que se han equivocado. No se necesitan primeras estrellas. También es importante el sentido común y los formularios.

¿Formularios?

Las cosas hay que tenerlas pensadas y ensayadas. Siempre hay que tener un plan cerrado. Hay que estudiar qué es lo más probable y lo más peligroso. Para lo primero hay que trazar un objetivo vital para hacer frente a ese aspecto y para lo segundo hay que tomar medidas de seguridad que pueden fallar y fracasar. Esas medidas forman parte de un plan que hay que llevar ensayado. No vale eso de ‘no lo había pensado’ porque luego seguro que ocurre otra cosa peor. Si has entrenado eres capaz de afrontar cosas que no esperabas.

Cuando se está al filo de lo imposible, la confianza en uno mismo es imprescindible.

Sí, es tan importante que los demás se van a esforzar lo mismo que tú, como poco. Es el grado de compromiso que existe cuando tienes un equipo de verdad, que todo el mundo tiene que compartir la misma visión de cómo nos vemos para alcanzar un esfuerzo conjunto.

¿Sintió la gloria bajo la estrella Polar?

En ese momento no hay gloria, la satisfacción se produce cuando acabas, porque cuando lo esfuerzos son extremos te vacían. Hay que saber gestionar bien el éxito para que no lo asuma quien no debe, que todo el mundo se sienta partícipe y que la recompensa llegue a todo el que se la merece. Ser generoso es la clave. La generosidad equilibra el resto de factores.

¿Su condición militar ha sido un factor decisivo a la hora de diseñar un plan?

Es importantísimo. Me ha proporcionado los valores intangibles y un modelo de creencias profundas, el principio de acción, de conocimiento, el bagaje personal. Sin ellos no sería yo. Nosotros, por una cuestión de oficio, estamos obligados a hacerlo de forma cotidiana pero la gente toma decisiones arriesgadas y conscientes todos los días.

Ahora tiene una gran responsabilidad.

Cada cosa en esta vida tiene su momento. No hay una escala única de riesgo y dificultad. No es comparable con subir al Everest, es distinto. En los humanos la capacidad de adaptación y la flexibilidad es lo que nos hace sobrevivir.

¿Que se piensa en el peor momento?

Que nada está perdido hasta que todo lo está. Vivimos en una cultura del éxito y hay que admitir la pérdida y no hacer las cosas solo para triunfar, porque es justo al revés, las adversidades se convierten en pequeños hitos.