La violencia de hijos a padres es algo de lo que se viene hablando desde hace tiempo, pero ¿cuál es la situación actual?

En los últimos años ha habido un repunte importante de los casos, sobre todo en los últimos cinco años. Aunque las cifras son siempre muy escurridizas porque se trata de comportamientos que ocurren en la intimidad de casa y es un problema que a veces no sale a la luz. Entonces yo diría que un porcentaje de violencia de los hijos hacia los padres, que sería de aproximadamente un tercio, es lo que se conoce, por lo que hay otros dos tercios desconocidos. Las cifras hablan de cinco o seis mil casos que todos los años constituyen una causa judicial. No se puede decir que el problema esté mejorando, desde luego.

¿Cree que ha habido un cambio de actitud a la hora de acercarse a este problema?

Sí. Creo que en la medida en que una situación conflictiva se va conociendo más, aparecen más testimonios o que el tema se convierte en una discusión relevante en los medios, hay más personas y familias que dan un paso adelante a la hora de manifestar que también lo sufren. Nunca se puede saber si ahora son más las familias las que se atreven a denunciarlo o que en realidad también ha habido un aumento.

Entonces, el papel de los medios en este tema es importante, ¿no?

Exactamente, igual que ocurrió en el caso del abuso sexual a los niños o del maltrato a la mujer. Lo medios hacen que el problema sea relevante. Aquello que no aparezca en los medios, hoy en día, no existe. La sociedad de la información tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, y creo que un aspecto positivo consiste en poner sobre la mesa problemas o realidades que por desconocimiento o miedo no se dicen. Los medios pueden animar a que la gente comparta el problema y al mismo tiempo presionar a las autoridades.

¿Qué lleva a los jóvenes a comportarse así?

No hay una sola categoría. Hay diferentes perfiles de chicos, pero de manera resumida diría que hay dos: los que son conflictivos en general y que probablemente ha tenido malas experiencias educativas, experiencias de violencia en casa? En definitiva, que han pasado por situaciones complicadas y desarrollaron comportamientos violentos para afrontar los problemas. En la segunda categoría los padres hicieron bien su trabajo, o por lo menos no lo han hecho peor que la mayoría, y sin embargo tienen un niño que es difícil de educar por sus propias características neurológicas. Aquí lo que pasa es que los padres actúan como hacen todos los padres pero no les funciona. Entonces desarrollan pautas educativas ineficaces porque no saben cómo resolverlo.

¿Siempre tienen la culpa los padres?

Es una idea habitual, pero no es así. Hay casos de síndrome del emperador, como lo llamo en uno de mis libros, donde realmente los padres hacen lo que pueden pero sus hijos son muy difíciles y necesitan educación especial.

¿Cuál debe ser la postura de la sociedad ante este problema?

Comprensiva y de apoyo. De la misma manera que la sociedad no echa la culpa a los padres de una chica que tenga anorexia, en estos casos en los que los padres hacen lo pueden debería mantenerse la misma perspectiva. Ayudar, facilitar el cambio de estos chicos y no estigmatizar o condenar.

¿Y los pasos a seguir una vez ha sido detectado?

Todo depende de la gravedad. En muchas ocasiones los padres con ayuda de la familia y con la consulta de algún experto, como el orientador del instituto o un psicólogo, puede reconducirlo. En otros casos quizá necesiten la intervención de los tribunales, pero también existen muchas opciones: Pueden aplicarse medidas de control del chico sin necesidad de que llegue realmente a aplicarse la ley mediante una sentencia. En los casos más graves ya es necesaria, porque ya se ha producido un deterioro importante de la convivencia y muchas veces la integridad de los padres o algún hermano está en peligro. Pero si se ve venir a una edad temprana los padres tienen margen de acción si buscan orientación por parte de los profesionales para solucionarlo.