¿Las encuestas son una cuestión de fe?

No. Las encuestas son una especie de termómetros. Y nadie pone en duda los termómetros. Con una encuesta conocemos lo que piensa la gente en un momento dado. Es una fotografía.

¿Cuánta credibilidad tienen las encuestas electorales?

Si están bien hechas, que suele ser la mayoría, toda. Los datos son datos. Luego está la interpretación, lo que se suele llamar la cocina. Ahí cada analista hace la interpretación que hace. Pero el análisis parte de unos datos brutos.

¿Y qué pasaría, según usted, si mañana hubiera elecciones generales en España?

Parecería que el PSOE ganaría un poco por delante del PP. Y que Podemos sería la tercera fuerza. Esto es más o menos a grandes rasgos. Hacer un reparto de escaños a partir de una encuesta es más difícil. Sería difícil que hubiera mayoría absoluta en cualquiera de los partidos, eso sí. Los dos mayoritarios, a pesar de la corrupción. La corrupción suele ser como un óxido, afecta a largo plazo. Hasta ahora no ha pasado factura a los partidos, porque más o menos todos tenían algún caso. La gente decía: prefiero votar a mis corruptos que a los suyos. Ahí tenemos el ejemplo de Valencia.

¿Ahora eso ha cambiado?

Ahora los problemas de corrupción están afectando a casi todos los partidos por igual. Salvo a Podemos. La corrupción alimenta a Podemos, que es una marca inmaculada, que no ha tenido que gobernar en ningún municipio y que ha conseguido ya cinco eurodiputados. La gente aún no ha visto su capacidad de gestión. Falta por verlo, pero el discurso de la casta que tienen sí que cala. España tiene una gran intención de voto hacia Podemos. No ha habido una gran encuesta como para dar estimación de escaños, pero está muy cerca del PP y del PSOE.

¿Hasta qué punto Podemos beneficia al PP y perjudica al PSOE?

Podemos se alimenta de exvotantes de PSOE e IU principalmente. Pero eso no quiere decir que beneficie al PP. Lo que estamos percibiendo en las encuestas es que esta sensación de desafección está llevando al votante del PP a irse hacia la abstención. El electorado del PP también está muy enfadado.

¿Vamos hacia el fin del bipartidismo?

Más que hacia un fin, vamos hacia una suavización. Es muy difícil que el bipartidismo desaparezca porque cuando hay elecciones en realidad son 52 elecciones, una por provincia. Podemos surge en un momento muy concreto. Viene del 15-M, que al principio aparece como un cabreo momentáneo, pero fue creciendo, pide regeneración.

¿Y cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Qué está pasando?

Para entenderlo quizás haya que irse al año 2007, en el origen de la crisis. En ese momento empieza una desconfianza por parte de la ciudadanía hacia todo el complejo institucional y político. La gente se da cuenta de que la clase política no es capaz de combatir esta crisis económica que realmente agobia. A partir de ahí, quizá desde 2010, el PSOE, que está en el poder, empieza a sufrir una desafección fuerte. Llegamos a 2011 con un triunfo abrumador del PP, pero enseguida ese triunfo empieza a caer. La ciudadanía se da cuenta de que el PP también es incapaz de solucionarlo. Y ahora la corrupción está perjudicando al engranaje político institucional. La desafección es hacia los dos.

¿Cómo será España después de esta crisis política?

Hasta nosotros, los que nos dedicamos a esto, hemos perdido las referencias. No sabemos si Podemos será algo momentáneo, de unas elecciones autonómicas, o si realmente en las generales va a conseguir muchos apoyos. En la Transición salieron cuatro grandes partidos: PSOE, Alianza Popular, el Partido Comunista y UCD. Podría ser algo parecido. Nos hemos acostumbrado a mayorías absolutas, y parece que sin mayoría absoluta este país es ingobernable. En España nunca ha habido grandes coaliciones para gobernar. Es el momento del pacto, del diálogo entre las diferentes fuerzas políticas. Eso pide la ciudadanía. Viene reclamando que los grandes partidos dialoguen.