El Sistema Solar no es ninguna excepción. Prácticamente todas las estrellas que vemos en el cielo tienen planetas a su alrededor. Desde hace años la misión Kepler, un telescopio que orbita fuera de nuestra atmósfera, ha ido identificando algunos de esos planetas en otras estrellas de la galaxia.

Ahora, tras analizar los datos obtenidos durante cuatro años, los científicos han ampliado el catálogo de exoplanetas (planetas en otros soles) incorporando 500 nuevos mundos a los hasta ahora 4.175 registrados. Entre ellos, una docena corresponde a planetas de un tamaño similar al nuestro: no más de dos veces el radio de la Tierra. Y orbitan en la llamada 'zona habitable' de su estrella; es decir, están a la distancia justa como para que se den condiciones compatibles con la vida ya que el calor que llega de su sol es el adecuado para permitir que exista agua en estado líquido.

Pero las observaciones también han proporcionado alguna sorpresa curiosa. De los doce planetas 'gemelos' a nuestra Tierra, uno de ellos permite adivinar lo que puede ocurrirle en un futuro lejano a nuestro hogar cósmico. El planeta Kepler 452b se encuentra a una distancia de 1.400 años luz (es decir, la luz que llega ahora a nosotros se originó hace 1.400 años) y acompaña a una estrella de características muy similares a nuestro Sol, ya que sólo es un 4 por ciento más masiva y un 10 por ciento más brillante. Además, orbita a su sol a la misma distancia que la Tierra da vueltas alrededor del nuestro.

La NASA lo ha calificado como "un primo, más grande y más viejo, de la Tierra". "Este es hasta ahora el planeta que más se asemeja a la Tierra y algo que podemos llamar hogar", explicó uno de los científicos del programa.

Todo parece indicar que Kepler 452b es un planeta rocoso y se clasifica dentro de las llamadas 'supertierras', aquellos planetas cuyo tamaño es intermedio al de la Tierra y Neptuno. Se trata curiosamente de los planetas más abundantes detectados hasta ahora, aunque en nuestro Sistema Solar no existe ninguno. Pero pese a todas las similitudes de ese planeta con el nuestro, su estrella es 1.500 millones de años más vieja que el Sol, así que su análisis permite vislumbrar cuál será el futuro de la Tierra.

"Si se trata de un planeta rocoso, su ubicación parece señalar que está entrando en una fase desbocada de efecto invernadero en su historia climática", afirma Doug Cladwell, del Instituto SETI, que indaga la búsqueda de vida fuera de la Tierra. "La creciente energía de su sol envejecido podría estar calentando la superficie, evaporando los océanos. El agua podría haberse perdido de ese planeta para siempre", asegura. Por eso, los científicos sospechan que Kepler 452b puede estar experimentando un proceso similar al que padecerá la Tierra dentro de mil millones de años, a medida que nuestro Sol envejezca y se adentre en nuevas fases de su vida estelar.

Más allá de este dato curioso, aún queda mucha tarea investigadora con los datos de Kepler. "Con análisis mejorados los astrónomos podrán determinar el número de planetas pequeños y de temperatura adecuada que son los mejores candidatos para albergar vida", ha asegurado Jeffrey Coughlin, también científico del Instituto SETI.

¿Cómo se detecta un planeta? Básicamente, los astrónomos analizan pequeños cambios periódicos en el brillo de las estrellas, que revelan el paso por delante de un objeto que reduce la luz que llega a nosotros, igual que si pasamos la mano delante de una bombilla. La intensidad de ese leve descenso de brillo permite calcular el tamaño del planeta; la periodicidad con que se produce el fenómeno está relacionada con la distancia a la que se encuentra de su estrella. Posteriores análisis permiten corroborar que ese efecto se debe realmente a un planeta.

Gráfico de la NASA que compara el sistema solar con el del planeta Kepler-452b