Hasta la década de 1990, la mayoría de expertos sostenía que los primeros pobladores de Europa habían llegado procedentes de África 500.000 años antes. Pero el 8 de julio de 1994, la recóndita sierra de Atapuerca, en Burgos, daba un giro de 180 grados a todas las teorías de la evolución. Ese día, los científicos de Atapuerca recuperaban los restos casi intactos de, al menos, seis individuos (dos niños, dos adolescentes y dos adultos) que vivieron en la zona hace 850.000 años. Dicho hallazgo fue concluyente: los primeros homínidos habían llegado a Europa hace casi un millón de años y eran, además, una especie nueva, con características morfológicas diferentes. La nueva especie recibió el nombre de Homo antecesor, el homínido más antiguo de Europa, ancestro común del Homo sapiens (nosotros) y el neandertal (la otra especie humana inteligente que habitó Europa hasta su misteriosa extinción hace unos 40.000 años). Homo antecesor tiene caracteres muy similares a los nuestros y un gran número de rasgos compartidos con los neandertales pero también posee «caracteres primitivos compartidos con los especímenes más antiguos del género Homo y otros rasgos derivados y compartidos con los humanos de la Sima de los Huesos y sus contemporáneos de Asia».