El investigador Jon E. Illescas es el autor de La dictadura del videoclip (Ediciones de Intervención Cultural), que viene a ser una obra imprescindible para conocer los entresijos del videoclip y, sobre todo, cómo su aparente gratuidad en internet y la irresistible mezcla de sexo, violencia y espectáculo de sus mensajes (cantados y coreados por conocidos artistas de renombre internacional) se han transformado en un fenómeno de masas en canales como YouTube con una audiencia preferentemente joven, muy joven.

Jon E. Illescas ha ahondado además en su investigación en el análisis de las peligrosas relaciones política-poder con el producto cultural del videoclip. Y, de este modo, revela casos en los que instituciones tan significativas e influyentes como la Casa Blanca se apoyan en el videoclip para difundir sus mensajes propagandísticos entre sus públicos-objetivo.

En este sentido, Illescas explica cómo las altas esferas de la política y las empresas más importantes del sector discográfico escogen a artistas estrellas como Katy Perry (una cantante pop con más seguidores en Twitter que el propio presidente de EEUU, Barack Obama) para el rodaje de un videoclip en la base de los marines en Penleton (California) con título Part of Me. ¿El propósito? Tal y como señala Jon E. Illescas en La dictadura del videoclip, el departamento de Defensa de Estados Unidos buscaba así «primero, fomentar el alistamiento de chicas de clase trabajadora en el cuerpo de los Marines y, segundo, propagar la imagen del gigante norteamericano como gendarme planetario en las cabezas de todos los seguidores internacionales de la popular cantante».

«El videoclip se ha convertido en la mercancía cultural más consumida por la juventud global, por encima de los bestsellers de la literatura juvenil, los videojuegos, los programas de TV o el cine de Hollywood. A la aparente gratuidad de su consumo, hay que sumar su inmediatez, la brevedad del metraje y el encantamiento que produce en los jóvenes dada su irresistible mezcla de música, sexo y espectáculo. Así el vídeo musical funciona no solo como publicidad para los artistas sino (sobre todo) como el cebo que atrae la atención del joven público, para que una vez frente a la pantalla esa atención sea transformada en mercancía que venden las empresas propietarias (Universal, Sony, Warner, etc...) y difusoras (YouTube, Daily Motions, Vevo...) a las empresas anuncianntes (Coca-Cola, Adidas, Apple...)», señala Jon E. Illescas respecto a una obra que sobrepasa las 600 páginas y es fruto de su tesis doctoral presentada en la Universidad de Alicante (dirigida por Juan Antonio Ríos Carratalá y Ángeles Diez Rodríguez).

Jon E. Illescas plantea, busca y reflexiona bisturí en mano con La dictadura del videoclip, un ejercicio crítico, vital y necesario para responder a cuestiones como qué temas interesan o no para abordarse en la actualidad de los videoclips; los intereses políticos y sus conexiones sospechosas con cantantes e ídolos como Beyoncé, Pitbull, Alejandro Sanz o One Direction; o el origen ilícito de algunos capitales de la industria musical... en una tarea que no ha estado exenta de obstáculos para la investigación de Illescas.

«Jamás el vídeo musical había sido consumido por un público tan numeroso ni tan internacional como en nuestros días. Las estrellas de la música con sus vídeos influyen poderosamente en los valores y la ideología de los jóvenes. Marcan su estilo de vida, moldean sus prioridades, sus objetivos y sus sueños. Pero también ayudan a potenciar las fobias y a decidir lo que queda fuera de sus intereses mediante la producción del silencio comunicativo. Y por toda esa capacidad de influir en la juventud internacional el videoclip reclama la atención del poder económico y político por igual», agrega.