Casi nadie se plantea perdonar una infidelidad. De hecho, la mayor parte de las personas que se plantean la posibilidad de que su pareja sea infiel, responden con un "jamás lo perdonaría" o "sería el fin de la relación".

Pero, como se dice, del dicho al hecho, hay un trecho... incluso cuando se habla de infidelidad. La infidelidad amenaza a los matrimonios con poner fin a su relación. La mayor parte de parejas que viven una infidelidad acaban disolviéndose. Dicho así, podría parecer que la infidelidad asalta una relación cuando menos se lo esperan los cónyuges, pero no es así.

Antes de una infidelidad hay muchas señales. No todas de ellas son claras, pero allí están, formando un puzle de hechos que llevan a ese punto sin retorno, a traspasar el compromiso.

Algunas de estas señales son las propias creencias de las personas que componen la relación: si su fidelidad está supeditada a sus sentimientos o circunstancias, cuando estas cambien, podrá cambiar su forma de entender el compromiso. Otras de las señales son las carencias en el tiempo juntos, en las expresiones afectivas y en el contacto sexual. A pesar de las señales, casi nadie ve venir una infidelidad, y, tampoco, se trata de estar en guardia vigilando al otro.

Cuando la infidelidad aparece, surge una pregunta: ¿cómo has podido? Después...nuestra mente entra en un estado de confusión con la pregunta de: y ahora...¿qué?

Y es en este dilema, donde tiene lugar nuestra cuestión inicial: perdonar o no una infidelidad. En esta respuesta van a influir aspectos como: el tiempo que se lleva de relación, hijos, proyectos de futuro, estatus social, afecto por la pareja, miedos sobre el futuro, etc.

Hoy nos centraremos en qué ocurre cuando se intenta perdonar una infidelidad. Aquí es donde la película de la pareja se complica. La decisión de perdonar no es suficiente para seguir adelante. Perdonar no implica seguir. Pero si se quiere seguir, si que es muy importante perdonar.

A partir de la decisión de perdonar y de seguir adelante, comenzamos un camino de obstáculos. La estrategia de "borrón y cuenta nueva" no funciona en una relación después de una infidelidad. El esquema de la relación que se tenía, se ha roto, y ahora vienen todas las dudas acompañadas de preguntas cuyo objetivo es lograr "entender". Entender un por qué que nunca se logrará del todo, pero, si se censuran las preguntas, será peor porque la imaginación no tiene límites. Precisamente los límites de qué ha ocurrido ayudan a frenar los pensamientos.

Pero no todas las preguntas ni todas las respuestas son adecuadas. Las preguntas que tengan que ver con contenido sexual explicito no son sanas. Acaban provocando una imagen en la memoria de la pareja que podrá perturbar las siguientes relaciones sexuales. Por eso, es mejor indicar si se han tenido o no relaciones sexuales pero no hablar de los detalles.

Y sobre las respuestas, no es suficiente con limitarse a responder la pregunta, es necesario poder atender a la necesidad emocional. Por ejemplo, no es suficiente con decir: "ya no tengo contacto con el o ella", sería más apropiado algo así como "ya no tengo contacto, entiendo que te cueste creerlo, pero voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que vuelvas a confiar en mi". De éste último modo, se responde a la necesidad de confianza.

Cuando esto se hace de modo adecuado llega un momento en el que hay que dar un paso hacía adelante y decidir dejar atrás la infidelidad. ¿Cómo? Con el perdón de una parte y el compromiso de la otra parte de no volver a romper la confianza.

En definitiva, si uno quiere, puede perdonar una infidelidad y puede también seguir adelante. Ambos tienen que ser conscientes de que el camino implica un esfuerzo y una lucha contra los temores y el dolor. En el Instituto de la Pareja, recomendamos la asistencia terapéutica durante el proceso.

Así que si uno se decide a seguir adelante con la relación después de la infidelidad, que lo haga con valentía sin avergonzarse por atreverse a reconstruir lo que se ha roto. Que lo haga sabiendo que su pareja estará implicada, luchando y apostando por el cambio. Que lo haga porque cree que merece la pena.

Por Anna I. Gil Wittke,

Psicóloga y sexóloga del Instituto de la Pareja