La Humanidad puede ser testigo en los próximos mil años de un evento de superllamarada solar, que produzca devastadoras pérdidas económicas y tecnológicas.

Es el cálculo de los científicos Manasvi Lingam y Abraham Loeb, del Harvard Smithsonian Center for Astrophysics, que han publicado un estudio sobre las superllamaradas solares en The Astrophysical Journal.

Ambos exploraron algunas de las ramificaciones que surgen de las superllamaradas solares en la historia evolutiva de la Tierra, de otros planetas en el sistema solar y exoplanetas. Proponen que las superllamaradas más potentes pueden servir como factores plausibles de los eventos de extinción, y que su periodicidad corresponde a ciertos patrones en el registro de diversidad de fósiles terrestres.

Por otro lado, las superllamaradas más débiles pueden desempeñar un papel positivo al permitir el origen de la vida a través de la formación de compuestos orgánicos clave. También podrían ser bastante perjudiciales para la evolución de la vida compleja en Marte y exoplanetas actuales en la zona habitable de estrellas enanas M y K.

Los investigadores llegarn a la conclusión de que el riesgo que suponen las superllamaradas solares no ha sido suficientemente apreciado y que la humanidad podría ser testigo de un evento de superllamarada en los próximos mil años. No obstante, precisan que a la luz de las muchas incertidumbres y supuestos asociados con nuestro análisis, recomiendan que sus resultados se vean con la debida precaución.

Las erupciones solares son poderosas explosiones de radiación que emanan de los llamados puntos calientes en la superficie del sol. Se ven como áreas brillantes en el sol y pueden durar de minutos a horas. Las llamaradas solares ocurren continuamente, pero su intensidad puede variar mucho, dependiendo de dónde se encuentra el dial del ciclo del sol en un momento determinado.

La radiación nociva de una llamarada no puede pasar a través de la atmósfera de la Tierra para afectar físicamente a los humanos en el suelo, sin embargo, cuando es lo suficientemente intensa, pueden alterar la atmósfera en la capa donde viajan las señales de GPS y comunicaciones.

La llamarada de 1859

Por ejemplo, la llamarada que produjo en 1859 el Evento Carrington afectó a los sistemas de telégrafo de todo el mundo, y algunos operadores informaron que habían sido electrocutados. Los cielos de todo el planeta Tierra se tintaron con auroras rojas, verdes y púrpuras tan brillantes que los periódicos podían leerse con tanta facilidad como a la luz del día. Las impresionantes auroras alcanzaron latitudes tropicales sobre Cuba, las Bahamas, Jamaica, El Salvador y Hawai.

"En aquel entonces, no había mucha tecnología, por lo que el daño no fue muy significativo, pero si sucediera en el mundo moderno, el daño podría ser de billones de dólares", dice Loeb a New Scientist. "Una superllamarada como esa hoy podría cerrar todas las redes eléctricas, todas las computadoras, todos los sistemas de refrigeración de los reactores nucleares. Muchas cosas podrían ir mal".

"En aquel entonces, no había mucha tecnología, por lo que el daño no fue muy significativo, pero si sucediera en el mundo moderno, el daño podría ser de billones de dólares", dice Loeb a New Scientist. "Una superllamarada como esa hoy podría cerrar todas las redes eléctricas, todas las computadoras, todos los sistemas de refrigeración de los reactores nucleares. Muchas cosas podrían ir mal".