Con apenas 8 meses de vida, Araceli es una auténtica luchadora, una niña que ha dado la vuelta a los pronósticos convirtiéndose en el bebé prematuro más pequeño que el Hospital General de Alicante consigue sacar adelante.

Vino al mundo cuando su madre cumplía 23 semanas exactas de gestación (un embarazo normal son 40 semanas). Pesó apenas 490 gramos. En España tampoco hay muchos casos como el suyo, sobre todo teniendo en cuenta que Araceli no tiene por el momento ninguna secuela.

Es una niña despierta y espabilada, con un buen desarrollo neurológico, que arranca besos, sonrisas y abrazos de todo el personal del servicio de Neonatología del Hospital General cada vez que sus padres la llevan a una revisión.

Su caso es excepcional, ya que "la supervivencia de los recién nacidos tanto en edades gestacionales inferiores a 24 semanas como con pesos inferiores a 500 gramos no es habitual", explica Eva García, una de las neonatólogas que ha atendido a Araceli. Aunque en el mundo se han descrito algunos casos extremos de supervivencia a las 22 semanas, añade García, "la mayor parte de ellos han quedado con graves secuelas".

Casi ocho meses después, Araceli Gil aún no puede contener las lágrimas cuando habla de su hija y de todo lo que ha pasado la familia durante este tiempo.

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Sobrevive una niña prematura de 490 gramos en el Hospital General de Alicante

"Llevaba el embarazo bien hasta que un día, haciendo cola en el banco, noto como si me hubiera bajado la regla", relata la madre. Al ir al servicio "vi que era sangre y me asusté muchísimo porque era mayo y yo no salía de cuentas hasta el mes de septiembre". Araceli y su marido acudieron al Hospital General de Elche, donde el primer diagnóstico fue demoledor. "Me dijeron que me había puesto de parto y que allí no podía nacer la niña porque no estaban preparados. Me subieron a una ambulancia para trasladarme al Hospital General de Alicante, aunque me dijeron que lo más probable es que por el camino perdiera a la niña". Ya en Alicante los médicos trataron de frenar el parto sin éxito. Araceli finalmente nació con 500 gramos de peso, que luego se quedaron en 490.

Hasta hace pocos años, los médicos no intentaban reanimar a estos niños tan pequeños. Pero los avances científicos han ido mejorando la supervivencia de los prematuros. En este sentido, el equipo de neonatólogos valoró las condiciones en las que se encontraba la niña, teniendo en cuenta criterios como que no sufría infecciones, para trasladarles a los padres la decisión de si querían seguir adelante. Ellos decidieron luchar por su hija, pese a tenerlo todo en contra. "Nos dijeron que tenía menos de un 1% de posibilidades de sobrevivir, de hecho, los primeros días la familia y los conocidos nos daban el pésame", recuerda Marcos Maciá, padre de Araceli.

Durante los siguiente cuatro meses, la planta de Neonatología se convirtió en el hogar de este matrimonio de Crevillent, quienes se habituaron a no medir el tiempo por días. "Para mí era un triunfo cada hora que pasaba y mi hija seguía con vida", recuerda Araceli. Fueron semanas de agotamiento físico y mental, porque no querían separarse de su pequeña más que el tiempo imprescindible. "Trabajamos en la venta en mercadillos y durante este tiempo lo dejamos para estar con Araceli". El dinero no entraba en casa, "así que no teníamos ni para comer en la cafetería. Traíamos embutido y pan y comíamos en cualquier rincón del hospital. Algunas noches, cuando la niña estaba más grave, nos quedábamos a dormir en el coche, para sentirnos más cerca de ella", explica Maciá. Su mujer recuerda "cómo las primeras semanas no hacía más que llorar por todas las esquinas, mientras las enfermeras, médicos y auxiliares me iban consolando y me decían que fuera fuerte".

Los meses de Araceli en el hospital

En la incubadora, Araceli ya daba muestras de su fortaleza. Pedro Muñoz, neonatólogo del Hospital General, explica cómo la niña fue superando innumerables "problemas que se asocian a estos niños, como respiratorios, de inmadurez, de debilidad. Problemas cardiacos asociados a la prematuridad, digestivos e infecciones". La niña también sufría una retinopatía de la que fue operada en los primeros meses de vida para que no se quedara ciega, como ocurría años atrás con los bebés prematuros.

Durante los cuatro meses que estuvo en el hospital, los neonatólogos y los enfermeros trataron de simular el útero materno para que Araceli saliera adelante, teniendo en cuenta que cualquier estímulo excesivo podía resultar fatal para su supervivencia o para dejar secuelas a largo plazo. "Estos bebés tan pequeños son manipulados por dos y tres personas para un cambio de pañal o para aspirar las secreciones porque se estresan mucho", explican Eva García y Pedro Muñoz. De hecho, desde hace unos años se sabe que la conciencia del dolor en los bebés prematuros "es enorme y tiene repercusiones a nivel cerebral". Por eso, en las plantas de neonatología se cuida mucho el silencio, la luz... "ya que hasta la semana 40 los estímulos que recibe el niño son esenciales para su desarrollo cerebral".

Pero en la buena evolución de Araceli, su fortaleza y los cuidados de médicos, enfermeros y auxiliares han ido de la mano de la entrega de sus padres. "Su presencia ha sido constante para fomentar el vínculo con su hija", explica Eva García. Durante cuatro meses Araceli y Marcos pasaron horas abrazando a la niña, estando en contacto piel con piel con ella. La lactancia materna también fue clave. Araceli "mantuvo la aportación de leche materna en todo momento, a pesar de los periodos de ayuno obligados en momentos críticos de la niña", explica Eva García, para quien "seguro ha contribuido a la mejora de la inmunidad así como la maduración y desarrollo de los distintos órganos, fundamentalmente el cerebro".