Se crió en el seno de una familia protestante en la capital católica de Irlanda, pero se enamoró de España tanto que se hizo español. Ian Gibson (Dublín, 1939) ha dedicado la mayor parte de su vida a desentrañar el universo lorquiano (un ciclo que ya ha cerrado) y le ha dado tiempo para biografiar a Dalí, Machado y Buñuel. Desde su casa de Lavapiés, el influyente hispanista descuelga el teléfono para atendernos y reflexiona, con su habitual tono directo, jocoso y afable, sobre la memoria histórica, el conflicto catalán, el brexit, la literatura y la vida.

¿Qué es y en qué momento se fragua «Cómo canta un poeta»?

Por las casualidades y los azares de la vida, hace ocho meses conocí en un tren al extraordinario barítono Luis Santana. Había leído una biografía mía de Lorca y me propuso que participara, junto al pianista y amigo Antonio López, en un concierto con canciones populares recogidas por el poeta, acompañadas de una introducción y mis comentarios. Como me cayeron muy simpáticos y nunca había hecho una cosa parecida, acepté. He dado miles de conferencias, pero esto es algo diferente que nos permite contextualizar las canciones, la vida y la obra de Lorca, a tiempo que evocamos su aspecto quizás menos conocido: fue un gran músico, un hombre con un talento musical en la sangre.

El autor de Bodas de Sangre «cumple» 120 años en junio. ¿Cómo ha envejecido su figura?

Su obra se va conociendo cada vez más y mejor: no hay día en que no haya una representación, un montaje o una investigación. Tanto aquí como fuera se le reconoce como el genio de la poesía y el teatro que fue. Lorca llega a la gente por su mensaje de amor propio, de solidaridad con los que sufren, como las mujeres que no pueden salir de casa. La fuerza de sus imágenes transmite algo profundo. Era una voz excepcional y, de no haber sido asesinado, habría llegado a ser premio Nobel. Coincidiendo con este año lorquiano, en abril saldrá una nueva edición de mi libro sobre su muerte. No quería morirme sin revisar ese trabajo de cabo a rabo.

¿Ha tratado este país a Lorca como se merece?

Lorca es el desaparecido más famoso del mundo y me parece terrible que no se hayan hecho los deberes con su muerte. España tiene una asignatura pendiente con sus muertos. Es muy injusto que siga habiendo más de 100.000 víctimas en las cunetas, cuando el régimen de Franco sí desenterró a los suyos. El Estado ha de afrontar sus problemas. No podemos seguir negando este hecho, ni dejar a la gente en las cunetas.

¿Sabremos algún día cuál es el paradero del poeta?

Quiero pensar que llegará un día en que sepamos dónde se encuentra, en mi opinión, muy cerca de donde lo buscaron. Creo que hay que hacer otra búsqueda, aunque esa decisión corresponde a la Junta de Andalucía. No podemos seguir con las dudas, pero hay tantas presiones... Unos dicen que la familia se llevó los restos a Nueva York; otros aseguran que bajo el franquismo se enterraron en el Valle de los Caídos, pero yo lo veo difícil. Espero que el asunto se resuelva, no necesariamente para sacarlo y llevarlo a otro sitio, pero sí al menos para identificar el lugar.

El cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica sigue generando muchas resistencias. Lo hemos visto estos días con la retirada de una cruz franquista en Callosa.

Hace falta que la derecha de este país tenga la magnanimidad de afrontar el hecho de que no hay ningún problema en desenterrar a los muertos. No debería ser difícil: cualquier cristiano entiende que hay que dar un entierro decente a las víctimas de la dictadura. No se trata de ganar una subvención, como alguien ruin ha dicho, sino de que ningún ser humano normal dejaría a su abuelo en una cuneta. A quien aboga por el olvido le digo: una herida no puede reabrirse cuando no se ha cerrado.

En sus libros habla de España como de un país con un gran potencial de futuro. ¿Y el presente?

Esta península podría ser un paraíso terrenal porque lo tiene todo a favor: su mezcla de culturas, sus mares, su situación geográfica, su clima... Hace falta sensatez y diálogo, ponerse de acuerdo sobre el pasado y los grandes asuntos del presente, llegar a un gran pacto de educación que no dependiera del Gobierno, sino que durara 50 años, y tener un sistema de enseñanza pública magnífico, para todos.

Llegó aquí hace 60 años. ¿Su mirada sigue siendo extranjera?

Sigo siendo la misma persona, no he cambiado mucho. Me siento español, pero no totalmente, porque nací en Dublín. La literatura me hizo sentirme más libre. Siempre digo que yo soy mi próximo libro, porque mi mundo es la literatura y mi sitio, la Península Ibérica, un hogar que me lo da todo, cuya literatura me fascina, junto al sol y el sur. Ahora mismo no podría vivir en Irlanda, con su clima: siempre sentí añoranza del sur.