La Cuaresma es el periodo de tiempo litúrgico que se inicia el Miércoles de Ceniza y finaliza antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. Se trata del momento previo y de preparación para la Pascua. Se lleva practicando desde el siglo IV y el morado es el color que representa esta fecha y que hace referencia a ese tiempo de reflexión y penitencia.

La palabra 'cuaresma' proviene del latín cuadragésima, es decir, 'cuarentena' y designa los 40 días en los cuales los cristianos se preparan para celebrar la Resurrección de Cristo en el día de Pascua.

Precisamente, la duración de 40 días procede de varias referencias biblícas y simboliza la prueba de Jesús de permanecer cuarenta días en el desierto. También simbolizan los 40 días que duró el diluvio y los 40 años de la marcha del pueblo de Israel por el desierto.

El origen de este tiempo litúrgico data del siglo IV, aunque ya desde finales del siglo II y principios del III existían evidencias de pácticas cuaresmales, según data el testimonio de Eusebio de Cesarea. Los estudios del considerado como 'Padre de la historia eclesiástica' afirman que en el año 332 ya había noticias de la Cuaresma en Oriente y en Roma ya se celebró en el 385.

Penitencia y ayuno

El derecho canónico establece que durante el período cuaresmal "todos los fieles están obligados por ley divina a hacer penitencia; sin embargo, para que todos se unan en alguna práctica común de penitencia, se han fijado unos días especiales para la oración, las obras de piedad y de caridad y el ayuno y la abstinencia".

Precisamente, el ayuno consiste en hacer sólo una comida fuerte al día el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, aunque también se permite tomar algo ligero por la mañana o por la noche.

La práctica del ayuno surgió a mediados del siglo II, cuando se fijó la fecha pascual y las Iglesias de Oriente y Occidente establecieron la realización de un 'gran ayuno' para poder preparar la Pascua de manera adecuada.

Por otro lado, en los días de abstinencia, el Miércoles de Ceniza, el Viernes Santo y el resto de viernes de la Cuaresma, el derecho canónico establece que los fieles no pueden comer carne, según una antigua práctica del pueblo cristiano.