La sentencia de la Sección Séptima, a la que ha tenido acceso Efe, dice que el acusado E.P.P.N., de 35 años, al menos durante el año 2004 se descargó en su ordenador, almacenó y difundió abundante material de pornografía infantil, incluida la violación de una niña.

El acusado declaró en el juicio que descargaba no solo pornografía infantil, sino también escenas de torturas y muertes, porque oía unas voces interiores que le ordenaban "castigarse", y por lo tanto su defensa argumentó que no lo hacía para obtener placer sexual.

No obstante, la sentencia responde que el delito de pornografía infantil no se comete por la motivación del autor, sino porque con su acción "se promueven comportamientos que por su contenido resultan claramente atentatorios contra la libertad sexual de los menores que son utilizados como negocio".

La sentencia le aplica la atenuante de trastorno mental porque desde 1989 el acusado está en tratamiento mental y posee "un trastorno obsesivo-compulsivo y una personalidad esquizoide que le afecta de manera notable a la capacidad de control de sus actos".

Respecto a las voces de "brujas" que decía oír en su interior, dice la sentencia que el acusado sabía que no eran reales, pero "le provocaban una lucha interna para no hacer cosas que sabe que no debe".

Según el fallo judicial, el acusado "almacenaba y difundía ingente material de pornografía infantil" hasta el punto de que, según certificó el informe pericial leído en el juicio, "existía una notoria desproporción entre el flujo de entrada y salida de información".

Los jueces desestiman el argumento del acusado de que ignoraba que estaba difundiendo material ilegal porque su compañero de piso reconoció que "pasaba muchas horas, hasta diez al día, con el ordenador".

Además, dice la sentencia que el procesado no era ningún desconocedor del mundo de los ordenadores por la forma en que tenía ordenadas las carpetas e incluso por el hecho de que había llegado a hacer modificaciones en el programa estándar.

El procesado, que utilizó su derecho a la última palabra en el juicio para expresar su "arrepentimiento total" y asegurar a los jueces que "eso no volverá a pasar", está en tratamiento por un trastorno mental grave, desencadenado tras haber perdido a su padre y a su madre de manera prematura y en un corto espacio de tiempo.