"En esa casa pasaba de todo". Dieciocho años recién cumplidos, cinturón negro de kárate, y fue lo único que se atrevió a decir al finalizar su declaración ante el juez, en compañía de su madre. Desde que tenía nueve años, según su testimonio, sufre abusos sexuales por parte del que es, posiblemente, el grupo de pederastia que a más menores ha captado en España, una escuela de kárate de la capital grancanaria que, además de 382 medallas conseguidas en campeonatos de España, Europa y del Mundo, acumula cerca de un centenar de testimonios de abusos sexuales en su contra. Diecisiete son todavía niños o adolescentes; muchos de los delitos han prescrito.

"El sexo es parte del entrenamiento", les decía Torres Baena (56 años), cuando cada fin de semana se llevaba a un grupo de ellos a su vivienda ubicada en Playa de Vargas, Agüimes (Gran Canaria). "Allí no se entrenaba kárate", afirma otra de las víctimas. "Durante el día nos ponía a limpiar el chalé y por la noche... sexo". Así durante al menos dos décadas.

La policía considera a Torres Baena la cúspide de la pirámide de la secta del kárate, "un grupo organizado de pederastas que puede llevar actuando más de veinte años, asimilable a una secta y con un líder carismático", según lo describen los investigadores en el sumario instruido por el juez Miguel Ángel Parramón. Desde el pasado 4 de febrero se encuentra en prisión provisional acusado de abusos sexuales y corrupción de menores, junto a su compañera sentimental, María José González Peña, 24 años menor, e Ivonne González Herrera. Un caso que ha dado la vuelta al país por los escalofriantes relatos de las presuntas víctimas y en el que también están imputados Juan Luis Benítez Cárdenes y José Ángel González Peña. Todos ellos karatecas con un excepcional historial deportivo salvo el último de los citados, que es hermano de María José.

"Aquí todos con todos y yo con todos". Los testimonios ante el juez aseguran que eso era lo que les decía Fernando a los niños a los que, tras ganarse la confianza de sus padres, se llevaba "concentrados" a su chalé particular. Entre diez y quince jóvenes de entre nueve y 17 años cada fin de semana. Sexo, alcohol y en ocasiones drogas, según la investigación, aunque también en el gimnasio se producían abusos, como han relatado las víctimas al juez instructor. Alguna tiene 36 años actualmente y sólo se han atrevido a denunciar los hechos tras tener la certeza de que Torres Baena se encuentra en prisión. "Le tenían pánico", asegura la policía.

Cuando un niño iba por primera vez al chalé, el maestro karateca, cinturón negro, séptimo dan, dejaba claras cuáles eran las normas:

"Están prohibidas las parejas sentimentales entre alumnos y los celos", según otra víctima. "Y queda totalmente prohibido saltarse los turnos".

"Los turnos" eran un cuadrante dibujado en una cartulina y colgado en la pared de la vivienda, en el que Torres Baena, supuestamente, distribuía a los menores para realizar todo tipo de prácticas sexuales. "Él decidía cuándo y con quién nos teníamos que acostar", asegura una joven, hoy con 17 años pero que, al igual que su hermana, sufre presuntos abusos sexuales desde los nueve: "En un día tuve que acostarme con cuatro menores diferentes", afirma ante el juez, mientras su hermana, veinticuatro meses más pequeña, relata: "A los nueve años me besaba y me metía la mano y a los 11 ya tenía relaciones sexuales completas con Fernando".

Y mientras la sociedad se pregunta cómo ha podido ocurrir todo esto durante veinte años, los imputados lo niegan todo: "¿Que una niña de 11 años ha dicho que tengo relaciones con ella? Eso es una barbaridad", le dijo Torres Baena al juez.