James Cameron, autor de numerosas películas comerciales más o menos acertadas, que se consagró con la oscarizada "Titanic" en 1999, es el guionista y director del filme, el primer gran éxito de una carrera afortunada en la que abundan las segundas partes (por ejemplo "Rambo II") pero también títulos de cierto mérito, como "Mentiras Arriesgadas" (1994).

Uno de los aciertos del director fue cuadrar a la perfección al actual gobernador del Estado de California, ex-Conan/bárbaro y aficionado a las pesas, con el personaje del "cyborg" (ente cibernético similar al ser humano) que da título a la película: lo inexpresivo del intérprete encajaba por completo y lo demás lo hacían la "chupa" de cuero negro, la moto y las gafas oscuras.

Hay que reconocer que el actor consiguió alcanzar el estatus de icono del cine con la imagen de "Terminator". Y sin encasillarse.

Tiene mérito.

La película creó escuela, pero lo malo de sentar precedentes, incluida no sólo la saga de varias partes del mismo título, sino también otras parecidas (en realidad la idea ya venía siendo utilizada desde antes) es que, desde el año 84 hasta hoy, el estilo "Terminator" ha quedado muy visto pero, al mismo tiempo, no es cuestión de hablar de un clásico.