El precioso documental "La historia de los tebeos" (Canal Historia) no sólo es una excelente historia de los cómics en España desde la Guerra Civil hasta los años setenta del pasado siglo, sino también la prueba de que Heráclito de Éfeso dio en el clavo cuando dijo que los ojos son mejores testigos que los oídos. Las aventuras de Roberto Alcázar y Pedrín, del Guerrero del Antifaz, de Diego Valor, del Capitán Trueno o de Mortadelo y Filemón fueron algo más que chicle para los ojos de millones de lectores, que veían en las viñetas un mundo que los oídos negaban. La triste España de la posguerra intentaba engañar los oídos de los españolitos utilizando la palabra, pero cuando esos mismos españolitos clavaban los ojos en un cómic del Capitán Trueno, el mundo se abría como un melón entre las fuertes manos de un melonero orgulloso.

Es cierto que, durante la Guerra Civil, horribles personajes decían cosas como: "Tengo sed de robar y asesinar, por eso soy rojo", como es cierto que Popeye luchó en el bando republicano. Cosas de la guerra. Tras la victoria de Franco, el cómic dejó de ser un altavoz de la propaganda para convertirse, casi sin querer, en un alivio para los

ojos. La historia de los tebeos presenta a Roberto Alcázar no como un fascista clavado a José Antonio Primo de Rivera, sino como un aventurero. Del mismo modo, las aventuras del Guerrero del Antifaz en los últimos años de la Reconquista eran un entretenido culebrón, y lo demás era una excusa. El Capitán Trueno y sus compañeros

siempre estaban de buen humor, luchaban por la justicia y liberaban a los pueblos de la tiranía. El Jabato era un independista español contra el Imperio romano. La revista Pulgarcito estaba llena de personajes antisistema, como el inmortal Carpanta o doña Urraca. Y nadie podía igualar a Mortadelo, un superhéroe capaz de transformarse en lo que le daba la gana cuando le daba la gana. Muchos niños pudieron soportar lo que les contaban gracias a lo que veían en los cómics. Les decían que el mundo era muy pequeño, pero viajar en globo con el Capitán Trueno o buscar con Carpanta la manera de poder comer un pollo ensanchaba el mundo, la vida y el futuro.