La noche espacial anega la pantalla, apenas punteada por los tenues luceros de algunas estrellas. Una trompeta lejana entona los primeros acordes de una reconocible composición de Alexander Courage, y la voz de William Shatner se abre paso, al tiempo que una icónica nave atraviesa la retina del espectador: «El espacio: la última frontera. Éstos son los viajes de la nave estelar Enterprise, en una misión que durará cinco años, dedicada a la exploración de mundos desconocidos, al descubrimiento de nuevas vidas y nuevas civilizaciones, hasta alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar».

Así comenzaba la serie original de Star Trek, creada por Gene Roddenberry y cuyo primer capítulo se estrenó en la televisión estadounidense, en el canal NBC, el 8 de septiembre de 1966. Pese a que nadie, más allá del propio Roddenberry, tenía demasiadas esperanzas puestas en la serie y que los primeros resultados de audiencia no fueron especialmente buenos, Star Trek terminó convirtiéndose en una saga capital dentro de la ciencia ficción, sobreviviendo a un doble paso a la animación y al cine, y superando incluso la jubilación de su reparto original para reinventarse hasta en dos ocasiones. Todo ello merced a los millones de fans que la saga acumula en todo el mundo, y que incluso han adoptado un nombre propio: los trekkies.

Mas para calibrar el perenne éxito de la creación de Gene Roddenberry no basta con acudir a sus valores fílmicos o televisivos. En esencia, Star Trek recoge la herencia de la space opera más clásica, aunque introduce reflexiones de mayor calado, en la línea de autores como Isaac Asimov o Robert A. Heinlein, cuya influencia es palpable en la serie. Pero es probablemente su retrato social, su reivindicación de un futuro utópico para la Tierra en el que todas las naciones vivirían en armonía gracias al buen gobierno y los avances tecnológicos, lo que ha permitido a esta saga persistir en el tiempo y en la memoria de los espectadores.

Ya el reparto de la serie original era una auténtica apuesta por la multiculturalidad en un momento, mediados de los años sesenta del pasado siglo, en el que la segregación racial era aún una lacra en los Estados Unidos. En la serie, la atribulada tripulación del Enterprise estaba liderada por dos norteamericanos, Kirk y el doctor McCoy, pero contaba además con un ingeniero escocés (Scotty), un timonel japonés (Sulu) y una oficial de comunicación africana (Uhura), además de un alienígena mestizo (Spock). Una multiculturalidad que se vería reforzada de manera decisiva en la segunda temporada, cuando entró en el staff el alférez ruso Pavel Chekov. Todo un atrevimiento en plena guerra fría.

Más osado sería, no obstante, el papel que jugó Uhura, interpretada por la actriz Michelle Nichols, tanto en la propia serie como entre la sociedad norteamericana. Si ver a una mujer de raza negra encarnando un papel de relieve en una serie de televisión ya era un avance importante en términos de igualdad racial y de género, su participación en el décimo capítulo de la tercera temporada, Los hijastros de Platón, fue un auténtico espaldarazo. En esa entrega, emitida por vez primera el 22 de noviembre de 1968, Nichols y William Shatner comparten el primer beso interracial emitido por la televisión estadounidense.

Lamentablemente, Martin Luther King no pudo ver esa memorable escena, pues había sido asesinado siete meses antes. Mas el pastor tuvo una participación decisiva, aun sin saberlo, en esa escena crucial: al final de la primera temporada, Michelle Nichols meditaba dejar la serie, y no fue otro que Luther King el que la hizo ver la importancia de un papel que rompía barreras al no estar limitado por su raza o su sexo.

La relevancia de dos personajes como Chekov y Uhura representa la visión fraternal de Roddenberry. Según el canon trekkie, la conquista del espacio por los humanos comenzaría el 5 de abril de 2063, cuando Zefram Cochrane completa el primer vuelo que, salido de la Tierra, alcanza el nivel de curvatura. Una acción que, al ser detectada por los vulcanianos, propicia el primer contacto entre humanos y alienígenas. Tal y como se relata en la película Star Trek: Primer contacto (1996), el saber que no estamos solos en el universo propicia el fin de los conflictos en la Tierra y la definitiva unión de todos los humanos, dejando atrás las diferencias de raza, sexo o nacionalidad.

Dos siglos después del vuelo de Cochrane, en los años en los que se ambienta la serie original, esta comunión de todos los pueblos del mundo está consolidada. El progreso científico y la instauración de prácticas de buen gobierno hacen de esta Tierra Unificada un nuevo Edén y el centro de la Federación de Planetas Unidos, una suerte de república galáctica que reúne a más de 150 mundos. Su brazo armado, esa Flota Estelar en la que se incluye el Enterprise, es antes un cuerpo de exploradores que un ejército, y sólo emplea la fuerza armada en casos extremos.

La Flota Estelar, de hecho, se rige por 32 directivas muy estrictas que dejan clara su orientación científica y diplomática, antes que militar. La primera directiva, quizá la más importante, es tajante y reconoce «El derecho de cada ser vivo de vivir en concordancia con su normal evolución cultural», por lo que «ningún personal de la Flota Estelar interferirá en el sano y normal desarrollo de la vida y cultura alienígena». Nada de delirios imperiales ni incursiones en otros planetas en busca de sus recursos naturales.

Obviamente, esta visión de una sociedad, aunque sea futura y utópica, ofrece múltiples lecturas críticas respecto al presente. El primer capítulo en el que se alude a esa directiva es en el número 25 de la segunda temporada, Pan y circo, que fue emitido originalmente el 15 de marzo de 1968, justo en la víspera de que las tropas norteamericanas asesinasen a cientos de civiles (entre 350 y 500, aproximadamente) en My Lai, en una de las masacres más atroces de la guerra de Vietnam.

Quizá por este carácter utópico, la serie ha subyugado a millones de espectadores. El fenómeno fan vinculado a Star Trek se reveló a mitad de la segunda temporada, cuando la NBC quiso cancelar la serie y dio marcha atrás gracias a una campaña impulsada por la trekkie Bjo Trimble y secundada por miles de fans de todo el país, que escribieron a la cadena para protestar. Un camino que después seguirían otros fanáticos de series como Firefly o Fringe. Porque también en esto, en la comunión con sus fans, Star Trek fue pionera. Porque como todo trekkie sabe, la última frontera no es el espacio, sino la fraternidad.