A ver, empresarios, que levante la mano el que no haya soñado alguna vez con esa idea, la de tener a un puñado de currantes doblando el lomo, llegar a fin de mes, y cada cual a su casa, tan contentos, trabajando sin cobrar un puto euro, diría el duro de la serie social mirando de soslayo al tiempo que escupe un resto de mondadientes, quizá, para marcar aún más que es un chico malote, recolocándose el paquete. De alguna forma, el quinqui Gerardo Díaz Ferrán, que fue nada menos jefe de la patronal de este país y condenado por apropiarse del dinero de los clientes del Grupo Marsans, lo dijo en frase que pasó a los anales de la desvergüenza, de la chulería del que se cree impune, y del agravio a los trabajadores machacados sin disimulo, aquello de trabajar más y ganar menos. Pero hay también currantes canallas, sinvergüenzas a gogó. Y hacen lo contrario, cobrar sin trabajar. ¿Cómo? Como lo leen, cobrar sin trabajar. Es lo que enfocaba hace unos días En el punto de mira, que emite Cuatro con Boro Barber, Mireia Linares, Verónica Dulanto, y Marta Losada, que se alternan los reportajes. Boro y el equipo se fue a Valencia, colocaron cámaras frente a los juzgados, y las dejaron encendidas a ver qué cazaban, y pasó lo que, supongo, ya saben que pasó. Que hay un puñado de funcionarios que manchan el buen nombre del resto, que sin duda son mayoría. Aparcan los coches, entran por la puerta de los trabajadores, fichan en la maquinita, y se largan a hacer sus cosas, a comprar, a desayunar como si no hubiera un mañana enlazando con la comida, y por supuesto a eso, a cobrar a fin de mes sin trabajar. Otros curritos del sector privado se dan de baja por lesiones inventadas u otras estafas y resulta que tienen otro trabajo o se pasan la mañana en el gimnasio. En total, el absentismo laboral cuesta más de mil millones al año.

Silencio, se duerme

Una que cobra sin trabajar, y que no cazó En el punto de mira porque está más cazada que una perdiz en tiempos de permiso cinegético, es la dicharachera Celia Villalobos, experta en Candi Crush y echar unas siestas bíblicas, torrenciales, pantagruélicas, venales, provocadoras y envidiables en su escaño de diputada. Qué señora. Vamos, coño, Celia, no eres más cínica porque no entrenas. Esta tipa es tan moderna y avanzada que dijo hace un suspiro que ella está dispuesta a trabajar hasta los 80 años. Yo, si me tocara la seta como ella cobrando lo que ella, también. Es tan liberal, tan guay, tan completa, que hasta el Círculo de Empresarios Españoles se le queda corto. Estos circunspectos señores han dicho que ese festival del asueto que supone la jubilación a los 67 años hay que ir cortándolo para currar hasta los 75, qué puñeta, dice Javier Vega, el presidente de ese círculo de amigotes, que también dijo en La Sexta noche que en las empresas privadas algunos políticos serían despedidos por inoperantes, vamos, por cobrar sin trabajar. Estos días, en una de esas olas que van y vienen, se ven en las redes sociales fotos de diputados con la baba caída y la cabeza recostada en el hombro durmiendo como plácidos bebés a los que sólo les falta el orinal al lado. No hay duda. Esta peña cobra sin trabajar. Como el rey emérito. Se me dirá que el ciudadano Borbón, como dice cualquier Pablo Iglesias que se precie, cobra su pensión como cualquier trabajador. Venga, venga. El rey Juan Carlos, que está al loro de todo, al escuchar el chiste se partirá el culo -¿los reyes tienen culo, eméritos o no?-. Ya sabemos que este señor es la mar de chistoso, y campechano. Y muy homófobo. No sabía que te vestías de maricón, le soltó a José María García un día que se lo encontró con un jersey rojo, le dijo a Jordi Évole en Salvados. ¿Por qué este funcionario real no da explicaciones, se deja entrevistar sin condiciones, y nos enteramos en qué líos está cuando dice que aún sigue trabajando por España?

El himno de Marta

No sé si saberlo pondría los pelos de punta. Lo que sí sé es que Un mundo sin trabajo, que emitió Documentos TV -los martes, en La 2-, aterra por lo que se nos viene encima. La ola tecnológica masiva y menos costosa aleja de los humanos el concepto de pleno empleo. El capitalismo digital podría hacer desaparecer millones de puestos de trabajo en cualquier sector. La cuarta revolución industrial puede crear fractura laboral y social o ayudar a crear un mundo mejor. Esta batería de titulares resume un reportaje que me bebí entre la ansiedad y la pachorra del que se cree que ese mundo no le pillará. Y si me pilla, que me pille con una copita de vino en la mano para seguir en la inopia. Aunque el trabajo de Philippe Borrell te lo pone difícil cuando oyes que frente a la lógica digital, los humanos empiezan a quedarse sin aliento. Quitar el trabajo a los humanos no es liberarlos sino condenarlos a la precariedad, es decir, hacer una clase trabajadora cada día más frágil e invisible. El mundo será manejado por algoritmos diabólicos. ¿No hay esperanza? Termina el documental preguntándose si no sería mejor para todos repartir de forma equitativa la riqueza generada por las máquinas. Claro que sería mejor, pero ya digo yo que no será así. Ninguna revolución industrial ha repartido la riqueza de forma equitativa. Pero terminemos a lo grande, vayámonos arriba. ¿Habrá que repartir de forma equitativa la riqueza generada por la letra de Marta Sánchez, de rojo y gualda, para el himno patrio? Creí morir la otra mañana escuchando esta última bocanada de cursilería, ñoñez y afrenta a mis sentimientos de español, pero no de español gilipollas. Los populistas Rajoy y Rivera se apresuraron a apoyar la ocurrencia idiota. También el eurodiputado del PP González Pons, con la hueca solemnidad que le caracteriza, le dijo a Sussana Griso en Espejo público que da su bendición a la afectada patochada, y que en Bruselas no para de trabajar y trabajar y trabajar. Seguro que por nuestro bien. Así que los de El punto de mira ya saben dónde tienen que dirigir el próximo foco.