Lo deja. Por ahora, de forma temporal. En septiembre, cuando acabe el verano y le dé mil vueltas a la cabeza, tomará una decisión definitiva. Dana Cervantes, la mejor deportista en la historia del atletismo malagueño, se ha tomado un respiro. No compite desde el 26 de mayo, cuando hizo tres nulos en la Copa de Europa de Clubes, en Portugal. Desde entonces se entrena para mantener la forma, no coger kilos ni perder masa muscular. Lleva ya un mes y medio alejada de la competición.

La saltadora con pértiga, que el próximo 18 de agosto cumplirá los 30 años, ha caído presa de la desmotivación. Sin moral, cansada de que el trabajo diario no se corresponda con los resultados deseados, Dana Cervantes se ha echado a un lado y sopesa seriamente su retirada definitiva. Ha renunciado, que no es poco, a conseguir la marca mínima para acudir a sus segundos Juegos Olímpicos. Ahora quiere poner en orden las ideas y pensar sobre su futuro.

La costasoleña del Club Valencia Tierra y Mar no termina de levantar cabeza. A partir de los Juegos de Atenas 2004 entró en un bache del que no consigue salir. En la cita olímpica griega, Dana se clasificó para la gran final de salto con pértiga, tras un impulso de 4,40 metros. En plena final sufrió una espondololisis, una fractura por estrés de la vértebra L-5. La recuperación fue dura, pero logró poner a punto su espalda.

Sin embargo ya no volvió a ser la misma. Perdió la seguridad en sí misma, su carácter competitivo y la confianza. Un problema familiar lo empeoró todo. Lo cierto es que la campeonísima, la misma que batió el récord de España en pista cubierta hasta en cinco ocasiones consecutivas -lo dejó en 4,46-, no volvió a saltar esas distancias. Se quedaba muy lejos. No llegaba ni a 4,20.

Fueron tres años durísimos, muy complicados, en los que Dana y su técnico lo intentaron todo. Sin conseguirlo. Hasta que en esta pasada temporada de invierno, la malagueña recuperó sus mejores y casi perdidas sensaciones.

Llegó, durante el Campeonato de España, hasta los 4,30 metros, un salto que no lograba desde hacía ya casi cuatro años. Se quedó a diez centímetros de la mínima mundialista en pista cubierta. Y se recargó de moral para afrontar la temporada al aire libre y su asalto a los Juegos de Pekín.

Pero de nuevo se ha llenado de dudas. Para colmo, en abril sufrió una lesión en el abductor. Luego, en la rodilla. Necesitaba un salto de 4,45 para acudir a China y los intentos se quedaban muy lejos. Dana había vuelto al pasado. De nuevo estaba encallada.

Compitió en Mallorca, el 5 de mayo, en un torneo en la calle. Luego en la Liga de Clubes. No había señales de la recuperación invernal. Su perdición llegó en la Copa de Europa de Clubes de Portugal, el pasado 26 de mayo. Hizo tres nulos, con la consiguiente reprimenda de su equipo. Fue la gota que colmó el vaso. Dana, triste y deprimida, decidió tomarse un respiro. Meditar durante este verano, aunque dejara pasar el tren olímpico.

Ahora está en plena encrucijada. La ex campeona de España -conserva cinco oros en pista cubierta y cuatro al aire libre-, la misma que ha batido hasta en 39 ocasiones el récord nacional, se ha marcado un punto y... ¿final?