Chicos, ya no tenéis excusas. Habéis demostrados que sois muy buenos jugadores. Quizá no las estrellas que pulularon antaño por el firmamento verde. Pero no sois, ni de lejos, ese equipucho triste y amargado, desquiciado y perdido, que habéis representado ser en este nauseabundo inicio de curso. Tras el partido de anoche ante el Olympiacos, tras vuestra demostración, tras esa exhibición de básket que nos regalasteis a todos, ahora ya no valen ni lamentos ni excusas. Ni antes erais unos mantas ni ahora sois los Lakers de Gasol y Bryant. Pero sí que hay equipo para mucho más de lo que se ha demostrado hasta ahora.

La velocidad en ataque, la rapidez en las transiciones, la agresividad defensiva, la inteligencia en la dirección del partido... todo, por fin, confluyó ayer en el Carpena. El Unicaja hizo lo que ansiaba desde que el equipo se reunió a mediados de agosto. Y descubrió que tiene poderío, que sabe jugar a este deporte muy bien, que puede y debe codearse con los mejores.

Ver al Olympiacos humillado, con la cabeza agachada, sin aliento, desanimado y hundido, debe hacer recapacitar al Unicaja. Ante uno de los equipos más poderosos del Viejo Continente, el cuadro costasoleño firmó un encuentro soberbio, una exhibición en toda regla. Ése debe ser el camino. Ya no valen falsos atajos.

El equipo se soltó. El Unicaja jugó a lo que quiso, como nunca lo había hecho en esta caótica temporada, y humilló al Olympiacos, al que llegó a ir ganando por 24 puntos en el último acto (75-51) y al que apabulló al final 86-68.

Es un golpe en la mesa en toda regla. Un punto de inflexión que debe cargar la moral verde de aquí en adelante. El equipo ya es líder del Grupo B y ha conquistado –ya era hora– la primera victoria de la temporada en el Martín Carpena.

Quedó muy claro desde el principio que anoche todo iba a cambiar. Por eso, la salida a pista del Unicaja fue impresionante. El equipo asumió el rapapolvo de Aíto en San Sebastián. Hizo autocrítica y cambió de principio a fin. Firmó el mejor cuarto de la temporada. Ante el mismísimo equipo de El Pireo. El 30-18 del arranque reflejó, simple y llanamente, lo que sucedió sobre la pista. Los aviones verdes sobrevolaron la muralla roja con una solvencia nunca antes vista en esta temporada. Una defensa intensa y brillante, y un ataque rapidísimo, repleto de acierto en el tiro, provocó que la afición, por fin, alucinara con los suyos.

Necesitó el Unicaja seis partidos, cuatro de ACB y dos de Euroliga, para que el Carpena olvidara los errores del pasado y apoyara a una al equipo. Pero lo que tenía delante el Unicaja no era un equipo cualquiera. El Olympiacos no era ni el Fuenlabrada ni el Lagun Aro. Por eso, cuando se vio 14 puntos abajo (32-18), Giannakis, desquiciado desde el banquillo, le dio una vuelta de tuerca a su espectacular plantilla. Puso toda la magia en el parqué. La dupla Papaloukas-Vujcic le hizo muchísimo daño al Unicaja.

Sus continuos ´dos contra dos´ dejaron en paños menores el juego interior malagueño. El Olympiacos abrió una vía de agua importante. El Unicaja se atascó en ataque. Welsch erró tres tiros consecutivos. Printezis, otros tantos. El parcial de 4-14 enmudeció al Palacio (39-34).

Pero el Unicaja no había dicho su última palabra. Dean lideró la reacción y llevó el marcador al descanso con diez arriba: 48-38. En realidad, durante todo el intermedio, el Unicaja fue ganando 51-38, ya que el propio Dean despidió el segundo cuarto con un triplazo sobre la bocina. El problema fue que Vasilopoulos llegó a palmear ese balón, ya fuera de tiempo, y tras una larga deliberación y ver el famoso ´Instant replay´, el trío arbitral –el italiano Lamonica, el luso Rocha y el belga Geller– decidió anular el triple. No fue la única polémica del duelo.

Mucho antes, todavía en el primer cuarto, Omar Cook culminó con una canasta de dos un contragolpe para poner el 14-7. Sorpresivamente, al electrónico subieron tres puntos: 15-7. En las estadísticas oficiales, Cook apareció con dos triples transformados de tres intentos, y sin un solo lanzamiento de dos. Un regalo.

Tras el descanso, más de lo mismo. Entre el renacido Dean y Freeland pusieron en entredicho el poderío griego: 59-40 (25´). Música celestial para el Unicaja. El equipo se gustó en ese cuarto y frenó cualquier atisbo de reacción helena (63-48) con dos triplazos de Saúl y Jiménez que llevaron la ventaja malagueña por encima de los 20 puntos de renta: 69-48.

La fiesta fue de las que hacen época. El Unicaja se divirtió. No levantó el pie del pedal y aceleró, aceleró y aceleró para llevarse por delante al Olympiacos: 86-68.