La naturaleza recuperó su curso y el Unicaja encontró, de una vez por todas, el camino de la victoria. Le ha costado al conjunto malagueño seis largas jornadas. 28 días desde el debut de la competición, allá por el 11 de octubre. Toda una travesía por el desierto, sin pan ni agua, en la que se han aparecido fantasmas de todos los colores y preocupaciones más o menos sostenidas.

No sabemos si lo de ayer pone punto y final a chascarrillos o conjeturas. O si es, simplemente, un oasis en pleno peregrinar. Aunque el Murcia ayudó lo suyo, no hay que negar que el equipo lo intentó siempre, más por fuera que por dentro, corriendo y en estático. Y eso, en la tensión del momento, es de agradecer. Sí, es cierto que el Unicaja sigue sin transmitir. Le falta carácter. Y eso la grada lo palpa. Y lo asume.

Ocurre que, en estas situaciones, la naturaleza, como ya hemos dicho, fluye por sí sola. Y en este Unicaja cobra fuerza ahora el liderazgo de Carlos Jiménez. Estelar en todas las facetas, fiel al sufrimiento y al esfuerzo, el alero y ala-pívot, cobra una magnitud mayúscula. A él comenzaron a unírsele ayer los primeros escuderos.

La guerra ya ha comenzado. El Unicaja tiene bajas importantes. Y muchas derrotas en el lomo. Pero esto no es como empieza, sino como termina. La primera ya está en el bote. Pero sigue siendo aún un balance paupérrimo de 1-5. Pensar en la Copa es de locos. Mejor comenzar por el próximo encuentro, en Santiago. Aunque antes tengamos sesión de Euroliga, donde tan bien marchan las cosas, el miércoles en tierras francesas, Orleans.

Dicen que los comienzos siempre son complicados. Hasta la fecha, en la ACB, lo habían sido para el Unicaja. Ayer, de golpe y porrazo, el equipo cambió sus sensaciones, las que le habían llevado a ser penúltimo de la Liga ACB. Lo hizo, sobre todo, tras el descanso. Aunque su gran comienzo fue el anticipo de lo que vendría después. Los verdes saludaron al Murcia con un 13-2. En su carta de presentación, un ex, Taquan Dean, se despachó a gusto con dos triples. Jiménez redondeó el recital de salida reconvertido, como en tiempos de Scariolo, en ´cuatro´.

Cuando al Unicaja se le acabó el acierto y el Murcia recordó que, para ganar en Málaga, debía evitar que los cajistas corrieran, la ventaja verde menguó: 19-16. A eso también ayudó la salida a pista del ´equipo b´ de Aíto. Pocas veces se había notado tanto el desequilibrio existente entre los dos quintetos que ideó ayer el madrileño. Parece que el entrenador ha dado ya con la famosa ´columna vertebral´ que buscaba. Y en ella hay, por ahora, dos hombres fundamentales: Jiménez y Archibald.

El madrileño, recuperado ya de la rodilla, lleva rozando la excelencia en los últimos encuentros. Con los años, ese puesto de ala-pívot le viene como anillo al dedo. Su envergadura le hace igualarse a sus pares y su velocidad ante gente con más kilos y menos inteligencia, le convierte en una de las mejores armas del actual Unicaja, junto al escocés Archibald, armónico, hábil y contundente. El Unicaja volvió a darle otro estirón al electrónico: 30-20.

A ingresar en tan distinguido club también oposita Dean. El americano volvió a exhibir ayer sus dotes de ´pistolero´. El escolta buscó posiciones de lanzamiento y no se arrugó. Anotó en estático. Y eso, en este Unicaja, es un tesoro. El problema es que cuando los tres no coincidieron ayer en la pista hasta el descanso, el Murcia apenas encontró problemas para hallar tiros cómodos y poner en problemas a un Unicaja indolente e inconstante (30-28), que se olvidaba de jugar con sus pívots.

Era complicado competir con tan poquita cosa, aunque sea frente al Murcia, aunque Berni, tras su operación de tobillo, comience a dar ya señales de vida. A tirones, a rachas, el Unicaja se marchó con ventaja al descanso: 34-28. Nada del otro jueves. En Málaga seguimos esperando la aparición de los dos hombres que le han costado un ojo de la cara al club, Saúl Blanco y Guille Rubio. Los dos salieron por más de un millón de euros y siguen sin dar razones que expliquen semejante inversión. Los números de ambos al descanso eran un poema.

Saúl, sin puntos. Rubio, también. Del temporero Jeter, mejor ni hablar (-5 de valoración). Y lo peor no es eso, porque las estadísticas, a veces, confunden más que aclaran. Las sensaciones siguen siendo rácanas. A Saúl, de vez en cuando, se le enciende la bombilla. Le mete tres triples en dos minutos al Efes Pilsen, aunque luego no vuelva a aparecer. A Rubio, todavía, ni eso. Ni la ausencia de Printezis le ha dado esa seguridad en sí mismo que necesita como el comer. Seguro que los dos irán a más. Eso esperamos.

Archibald inauguró el partido tras el descanso. Eran los primeros puntos de uno de los dos pívots cajistas. Toda una señal de lo que había sido la primera mitad. Los murcianos apostaron por su mismo quinteto, sin un solo español, y volvieron a repetir la empanada del inicio. Moncho Fernández no aprendió. Y se desató el huracán Dean, con siete puntos consecutivos: 43-28 (min.23). El parcial de 9-0 provocó que los visitantes pararan el encuentro con un tiempo muerto.

Ya era tarde, Dean había sacado su fusil y no tuvo piedad con el club que le descubrió para la competición española. Cuando el escolta se fue al banco para tomarse un respiro, el Unicaja mandaba con solvencia, con más de 15 puntos de ventaja. Él había anotado ya 20, 10 en el arranque del tercer cuarto. El Murcia, simplemente, no compitió en este tercer parcial. Sus patéticos cinco puntos lo dicen todo. El desaparecido Jeter hizo más en dos minutos que todo el Murcia junto. El base, con 49-31, transformó siete puntos consecutivos que pusieron el 56-33 con el que se llegó al último parcial.

La máxima verde alcanzó los 27 puntos (62-33, min.32). A partir de entonces, poco ya que contar. La ventaja menguó (62-46) y creció a su antojo (77-53). El inédito Freeland remató la faena: 84-54. Ojalá que esto sea el comienzo.