Madrid, junio de 2008. Plaza de Colón. La selección española se desmelena en plena efervescencia por la Eurocopa ganada en Viena. En su casa, pegado a la televisión, Raúl aprieta los dientes. Querría haber estado ahí para levantar la copa al cielo madrileño. Pero había salido perdedor de la guerra con Luis Aragonés y él, que se había partido el pecho en 102 batallas vestido de rojo, faltaba el día de la gran fiesta. Los futbolistas estaban desbocados. Pepe Reina era el cabecilla, enlazaba chistes por el micrófono con cánticos de grada. Esa tarde nació el "¡soy español, español, español, español!".

Todo lo vio Raúl sentado frente al televisor, estupefacto cuando sintió que le clavaban hasta el fondo el cuchillo de la traición. Luis Aragonés se iba, dejaba la selección a lo grande y los futbolistas convirtieron en un bucle sin fin la clásica petición de los días de despedida. "Luis, quédate", "Nosotros nos vamos, si no sigue Luis". Casillas cantaba como el que más y no se cortaba ante las cámaras pidiendo la continuidad del técnico. No le importaba que del colmillo de Zapatones aún colgase la sangre de Raúl González...

La relación entre Raúl y Casillas nunca fue estrecha. Su competencia en el vestuario –del Madrid y de la selección– representa un clásico del deporte. La vida misma. La estrella consagrada, el jefe de la tribu, se ve amenazado con la irrupción del fenómeno emergente, un joven sediento de gloria pero con los pies en el suelo; un muro en la portería; un tipo guapo, humilde, solidario... el yerno ideal.

El mayor vínculo que tenían era Ginés Carvajal, un agente de campanillas, el Ronaldo de los despachos, una colección de estrellas en su cartera de clientes. En abril de 2008 se supo que Casillas había roto con él y se abrazaba al exitoso Luis García Abad, gestor de la carrera de Fernando Alonso.

Los que conocen al portero susurran que detrás había una historia de celos galopantes. "Que sólo tiene ojos para Raúl, que siempre está pensando en él, que para mí ni mira", venía a ser la letanía de Íker.

La distancia entre los dos símbolos de la cantera blanca se hacía cada vez mayor. Hoy, prácticamente ni se hablan. Florentino Pérez se ha decantado por el portero y prácticamente le ha encargado gestionar la jubilación del capitán. Casillas se pone el brazalete cuando Raúl y Guti no están. Es el tercero de la lista pero cada vez tiene más peso en un vestuario dividido.

El ´7´ comanda junto a Guti a la cuadrilla de veteranos y a algunos de los extranjeros:Van Nistelrooy, Gago y Metzelder, sobre todo. Al otro lado, Casillas y Sergio Ramos al frente de la generación señalada para ser los jefes del futuro: Marcelo, Higuaín, Pepe y Garay, principalmente. En medio, los indiferentes.

Ahí aparecen Xabi Alonso, Albiol, Arbeloa y otros más. Conectan con Casillas pero respetan la trayectoria de Raúl y su entrega máxima desde el primer minuto de cada entrenamiento. Ruptura total en el vestidor blanco, a cuenta de un enfrentamiento de difícil solución.

Casillas es ahora el preferido de Florentino. Pero no siempre fue así. Tras ganar las primeras elecciones se lo quiso quitar de delante. Trató de fichar a Buffon, más alto, elegante en la portería, de ahí las historias que siempre han perseguido a Íker con la huida a Manchester como amenaza latente.

El patrón de ACS le ha pedido a Íker que actúe ya como capitán, que coja galones, que sea el guía de los nuevos... en definitiva, que le robe cuota de pantalla al siete. Por eso Raúl rabia ahora por su suplencia. Está convencido de que hay alguien que no está jugando limpio, que hay órdenes de arriba para fulminarle.

Raúl se agarra a Guti y a que su peso entre los empleados es todavía grande. Los hay que dicen que en el club manda Florentino y, después, Raúl. Es una guerra fría para la que el portero tiene un aliado muy importante. El tiempo. Su rival acabará la Liga con 33 años y él ahora tiene 28.