El peor partido de la temporada, un despropósito general inimaginable minutos antes de que el balón se lanzara al aire, condenó ayer al Unicaja a su primera derrota europea, devolvió los pitos y los pañuelos al Carpena y desesperó a una grada atónita ante el paupérrimo espectáculo ofrecido por su equipo.

Frente a un Partizán que sudará sangre para encontrar un hueco en el ´Top 16´ de la Euroliga (a pesar del regalito de anoche), el Unicaja mostró todas su vergüenzas. Ésas que le han condenado en la ACB a tirar de la épica para buscar una plaza en la Copa de Bilbao y que todavía no habían asomado en la competición continental.

Fue lamentable. Desde el primer minuto al último. La peor noche europea que yo recuerdo. El Partizán, nueve meses después de eliminar a los verdes del último ´Top 16´, volvió a asaltar el Carpena para desesperación general.

El Unicaja sigue siendo hoy líder de su grupo de la Euroliga –aunque parezca mentira–, pero ya lo es menos. El paso a la siguiente fase está más que garantizado tras el 5-0 de la primera vuelta, aunque las matemáticas no lo certifiquen todavía, lo que pasa es que había opciones de viajar a Atenas y Estambul con margen de maniobra y ahora esos partidos en casa del Olympiacos y del Efes Pilsen ya tendrán más en juego de lo que todos esperábamos hasta anoche a las 22.30 horas.

La derrota de ayer es, desde luego, sorprendente. Este Partizán es un equipo temible en su guarida de Belgrado, pero fuera del Pionir le cuesta siquiera tener opciones de victoria. Pero si le regalas 20 minutos para que se lo crea, no metes una canasta fácil, pierdes rebotes en las dos zonas, tus bases son un cero a la izquierda, no aparece nadie para abrir la lata desde la línea exterior y juegas con una empanada descomunal, pues pasa lo que pasa. Lo inexplicable.

El Partizán ganó porque fue el menos malo. Es triste decirlo, pero fue así. Un Unicaja normal habría pasado por encima de ellos, pero anoche reapareció la versión patética del equipo. La de Santiago, la de Sevilla y la de otras muchas jornadas de Liga en las que un resultado más ajustado maquilló las carencias de un equipo sin un base determinante y sin un alero anotador.

Para mayor desgracia, el Partizán no demostró nada del otro miércoles. Su constancia le bastó para sacar los colores a un líder europeo realmente paupérrimo. No es excusa (para mí) ni lo de las bajas. Aunque la de Jiménez quizás sí fue determinante. Faltaron sus puntitos, su trabajo en defensa, sus intangibles. Sin él, nadie fue capaz a tirar del carro. Ayer no estaban ni Cabezas ni Haislip para echarse el equipo sobre sus ´lomos´. Y los que han venido este verano...

El partido fue indigno de una competición tan grande como la Euroliga. Por parte de unos y de otros. Desde el primer minuto se acumularon los despropósitos en ambos lados de la pista. Un desastre del que no se pudo salvar ni el resultado final.

El Unicaja alcanzó el descanso con un 29% de acierto en tiros de 2, con un 63% en tiros libres, con 9 rebotes menos que el rival y con una valoración total de 19 por los 40 del Partizán. Unos números incalificables para el autoritario líder del grupo, incapaz de demostrar su enorme superioridad.

El Partizán se lo fue creyendo con el paso de los minutos y un triple de Bozic a poco más de dos minutos para el final del tercer cuarto acabó por enchufarlos, 39-49. Incluso una canasta de Roberts mediado el último cuarto les puso con una máxima de 12, 53-65. A esas alturas del partido, la grada ya había asumido el doloroso revés. Una tercera parte se habían ido huyendo de un fiasco ya inevitable y los que se quedaron hasta el final afinaban sus gargantas para manifestar su desilusión.

La próxima semana toca El Pireo. Y la siguiente, Estambul. Lo que era un cuento de hadas continental se torna ahora thriller de serie B.