La estrecha calle Antonio Jiménez Ruiz parece la calle Larios en hora punta. Allí está la sede de la delegación provincial del Comité Técnico de Árbitros en Málaga. Muchos jóvenes entran y salen pasadas las seis de la tarde. Unos entregan las actas de los encuentros que han dirigido en el fin de semana, otros recogen las asignaciones o dejan el dinero correspondiente. Todos le preguntan al compañero Samuel, que luce un collarín en el cuello, qué le ha pasado. "Me han pegado en el Adra-Loja", responde el árbitro malagueño de categoría nacional y 32 años.

"Yo este año no he tenido ningún percance, pero sí la temporada anterior", le consuela uno. "Es lo de siempre", espeta otro. El veterano Juan Pacheco, colaborador y alma del colegio arbitral, asume con resignación lo que ya es algo cotidiano en el colectivo. "Desgraciadamente es demasiado normal". El parte diario de guerra tiene esta vez un protagonista de categoría nacional, el malagueño Samuel Arias Padilla. Algo raro. Lo habitual son trifulcas y agresiones en los campos de Regional. No en Tercera División.

Esta vez, la desgracia ha sorprendido a Samuel, un árbitro experto a sus 32 años. Lleva ya 19 en el arbitraje, pues comenzó a los 13, junto a su hermano gemelo Borja. "En mi primer año ya sufrí una agresión. Llevo muchas, por desgracia, en mi carrera. La violencia está a la orden del día en el fútbol. Me han agredido en todas las categorías y a todas las edades. Piensa que en el Mallorca-Málaga, en Primera, Adúriz y Keita, dos compañeros, se pelearon en el campo; y Munúa o Gámez o Apoño, si no es por sus compañeros, se comen a Mejuto. ¡Imagínate qué puede llegar en un partido de Tercera!".

El malagueño, funcionario del Ministerio del Interior, recibió una brutal agresión el domingo por la mañana en el Adra-Loja, partido intrascendente del Grupo IX de la Tercera División. Con ambos equipos en mitad de la tabla, sin opciones de subir ni bajar, a falta de varias jornadas de la conclusión, la bomba estalló justo en el descanso.

"Estaba siendo un partido muy tranquilo, con 0-1, y una sola amarilla, a un jugador del Loja. El delantero centro del Adra, con el número nueve, me reclamó una falta, pero yo no la señalé. Acto seguido decreté el final de la primera parte. El jugador vino entonces y me protestó airadamente. Yo iba a amonestarle con cartulina amarilla y en ese momento me insultó y dijo: ´Sois todos muy malos´. Y entonces le saqué la roja", explica Arias Padilla.

El futbolista en cuestión es un veterano de la categoría, el delantero Manuel Benavides Gómez, conocido en el mundillo del balón como ´Calores´. Al ex del Granada CF, ahora en el Adra, le subió súbitamente la temperatura. "Vino hacia mí, mientras yo estaba apuntando y me pisó el pie. Yo traté de echarme hacia atrás y él me golpeó con la cabeza justo encima de la frente. Yo caí hacia atrás", relata el árbitro malagueño.

´Calores´ es, además, reincidente. Ya armó un lío este año en el Poli Ejido-Adra, donde también fue expulsado. Samuel tuvo que suspender el partido. No estaba en condiciones de volver a arbitrar. Por el fuerte impacto en la cabeza y la posterior caída. "Me puse hielo, me duché con agua fría y vomité varias veces, entre mareos. Tuve que salir escoltado por las Fuerzas de Seguridad, ya que mucha gente me insultaba mientras salía del campo".

El malagueño acudió al Servicio de Urgencias de Adra y después a interponer la preceptiva denuncia en comisaría. Por la noche, ya en Málaga, se desplazó hasta el Parque San Antonio. Ayer se pasó allí también toda la mañana y le han diagnosticado un esguince cervical.

"Me duele mucho la cabeza y el cuello, y tengo mareos", relata. Para hoy tenía un juicio rápido en Adra, pero se ha retrasado porque no está en "condiciones de conducir hasta Almería". "En un par de semanas yo creo que volveré a estar bien para volver a arbitrar", dice. "¿Si sentiré miedo la próxima vez que dirija un partido? No merece la pena. Esto se olvida. Si no, me quedaría en mi casa".