Durante este último mes, intenso como ningún otro, han sido miles las magníficas imágenes que nos ha dejado el Mundial; imágenes como la de la felicidad incontenible de un Guaje de Tuilla, del amor declarado ante todo el mundo de un portero a una periodista, de un pulpo mediático, apátrida y adivino; de las lágrimas de una afición que ocupó las calles de España con la cara pintada con dos bandas rojas abrazando a una amarilla y con una estrella, la del campeón, prendida del pecho. Pero ahora, echando un poco la vista atrás, me quedo con una imagen lejana al gol de Iniesta, al beso de Íker, a la predicción de ´Paul´ o a los cinco gritos de gol de Villa. Me quedo con el abrazo de Álvaro a su padre…

A Álvaro, que nació con síndrome de Down, le gusta el fútbol y juega al fútbol. Como ni él ni sus amigos y compañeros de equipo protestan les ponen los partidos los domingos a las tres de la tarde, con lo que la comida familiar muchas veces se convierte en el bocadillo que Trini, la madre, saca en la grada. Tal es su pasión por el fútbol que, dicen, ve por los ojos del barcelonista Xavi aunque su padre sea un reconocido madridista pese a las cicatrices de alguna no lejana cuchillada trapera. Por eso Álvaro luce siempre una camiseta de la selección con el número 6 a la espalda.

Álvaro es el hijo de Vicente del Bosque y el verdadero secreto del éxito de la selección. Y es que un entrenador, cualquiera, siempre puede caer en la tentación de renunciar a su libreta, a sus principios. A plantear un partido no como le pida el corazón sino la cabeza. A pensar más en Portugal, Paraguay, Alemania o los Países Karatecas (también conocidos por Golpes Bajos u Holanda) que en los suyos. Pero no me imagino a un padre que renuncie al cariño de Álvaro. No Del Bosque. Por eso su libreta gira en torno a Xavi, a la excelencia, al gusto por lo bien hecho. Al gusto de Álvaro.

Cuentan que Álvaro, que vivió también el Mundial en Sudáfrica, era uno más de la selección cuando su padre daba el día libre a sus jugadores. Y cuentan que el día de descanso tras la fase de grupos se lo llevaron Fernando Llorente y Javi Martínez a ver a sus primos los leones africanos. Llorente, el león del Athletic, no dejó de calentar los oídos al chaval y éste, según vio a su padre al regreso de la excursión, le soltó que «el gigante rubio» merecía una oportunidad. La tuvo contra Portugal y la aprovechó con sobresaliente…

Cuando el autobús de la selección llegó el lunes a la Moncloa dentro de su gira triunfal por las calles de Madrid allí les estaba esperando Álvaro, quien fue con los brazos abiertos en busca del abrazo de su padre. Y allí hicieron fila esperando su turno los campeones del mundo para abrazarle y regalarle una camiseta de la Roja con el 6 a la espalda y una estrella en el pecho. Zapatero tuvo que esperar porque antes que él estaba Álvaro, quien más tarde pudo subirse al autobús al lado de sus ídolos como le había prometido su padre si ganaban la estrella sudafricana.

Con ese abrazo –que reconozco me puso un nudo en la garganta y una lágrima en la mejilla– me quedo como recuerdo del Mundial.

(Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Pucela espero que la FIFA y ´France Football´ tengan el buen gusto de acordarse de Xavi cuando elijan al primer ´Balón de oro´ unificado, y que la Fundación Príncipe no se olvide de Del Bosque. No para el premio de los Deportes, que si quieren también; sino para el de la concordia. Que falta nos hace).