A Holanda se le fue por el desagu?e en Sudáfrica su tercera final de un Campeonato del Mundo. Llegaron a casa y se pasearon en barco por los canales de Amsterdam. Qué menos que un sencillo homenaje por haber llegado a la fiesta del fútbol, al partido de partidos, el que sólo juegan dos países y se convoca nada más que cada cuatro años. Los réditos fueron los mismos que en 1974 y 1978. Ninguno. Pero el daño a su fútbol ha sido grande. El mundo abrió por fin los ojos y constató lo que los amantes de la vieja escuela tulipán sabían hacía tiempo. Que esta Holanda se traicionaba a sí misma. Ya nadie habla del fútbol total. Son otros tiempos. Pero lo que viene haciendo España y enseñó sobre todo en la final es lo más parecido a lo que en 1974 fue una ruptura con lo que se había conocido hasta entonces.

Aquel campeonato marcó un antes y un después. Por primera vez se imponía el espíritu colectivo. Y llegó Holanda de la mano de Rinus Michels con un planteamiento desconocido. Todo se basaba en la ocupación de los espacios, en el continuo movimiento de los futbolistas de un lado a otro del campo, sin posiciones estáticas y con enorme exigencia defensiva a los atacantes, pero también ofensiva a los defensores. Una revolución.

Prolongaron la idea en 1978, con un equipo algo más tosco, inclinado a la defensa y amigo del contragolpe. Otra vez en la final se les apareció el país organizador, Argentina. Kempes y Bertoni fulminaron lo que quedaba de la naranja mecánica.

El último gran éxito de Holanda fue en la Eurocopa de 1988. Todavía allí mantenían su sello. Van Basten, Gullit y Rijkaard lideraban una estupenda generación de futbolistas.

A lo de España no se le llama fútbol total. Es otra época y por aquí triunfa lo del tiqui-taca genial, invento del periodista ya fallecido Andrés Montes. Tiqui-taca por el toque continuo de balón a uno y otro lados, sin descanso, a la espera del hueco para el pase letal al corazón del área. Al tiempo que España crecía en ese estilo, el Barcelona lo hacía propio con la misma base que en la selección. Para ser justos, el asunto nace en La Masía y va directo a la selección. Luis Aragonés ya lo había intentado en el Mundial de Alemania, en 2006, y dos años después llegó la explosión.

Esa filosofía de juego lleva años instalada en el Camp Nou. Dio las primeras pistas Cruyff en su época de jugador, pero la instaló en el tiempo que pasó en el banquillo. El holandés se fue, pero su sello quedó para siempre. Salió de facto pero ya nunca se marchó. Su columna de los lunes después de los partidos es de lo más esperado todas las semanas. En la última le dio un palo a su Holanda. «Me dolió que escogiese un camino tan feo para aspirar al título. Han jugado muy sucio», escribió.

El estilo de España nace en La Masía. Del Bosque no ha hecho más que retocar lo que ya funcionaba. En la alineación del domingo había seis jugadores del Barça, además de Villa, que este verano se incorpora. Es decir, todos los titulares de Guardiola salvo los extranjeros y Valdés.

Así que Del Bosque (primero fue Luis) recogió el manual del Barcelona y lo importó a la selección. Un equipo que creció y creció, dio el estirón en la Eurocopa y lució todo su plumaje en el Mundial. El golpe definitivo se lo dio a Holanda. Curioso camino el de la oranje, ajusticiada por una España que aprendió de holandeses.

Porque si lo que se vio en Sudáfrica es herencia de La Masía, allí lo aprendieron de Johan Cruyff, intentaron asimilarlo junto al obstinado Van Gaal y lo maduraron con Frank Rijkaard. Tomó nota Guardiola, un español de corazón cruyffiano, que reunió en la misma cesta las mejores frutas criadas en la casa y las juntó en un bodegón exquisito.

La misma composición que se llevó Del Bosque al Mundial y que terminó con final feliz, pero con sufrimiento porque Holanda fue infiel a sí misma por partida doble. Primero porque dejó a un lado su fútbol de toque y vistoso. Se atrincheró, desechó el balón, y cuando lo tenía, escogía el balón largo a Robben.

Y luego se traicionaron porque al rácano repertorio futbolístico añadieron una solución mezquina para frenar el chorro de juego de España. Su única roja llegó al final de la prórroga, demasiado tarde. Ni así pudieron con la selección española, ni siquiera usando la violencia que proclama su himno; primero respeto al rey de España, al que termina llamando cruel.