Nunca había marcado cinco goles en casa del máximo rival ciudadano, pero este equipo es el coleccionista de récords y, esta noche, finiquitó el derbi que, a priori, se presentaba como el más igualado de los últimos años, con otra 'manita made in Barça', y pudo caer alguno más.

A partir de hoy, este Espanyol de 'Champions' también sabe cómo las gasta esta temporada el equipo de Pep Guardiola. Diez minutos le duraron las ganas de jugarle de tú a tú, el tiempo que los azulgranas tardaron en montar la primera contra, que inexplicablemente no acabó en gol pese a que Alves y Messi se plantaron solos delante de Kameni.

El punta argentino, con el meta blanquiazul prácticamente batido, envió el balón a las nubes, pero metió el miedo en el cuerpo al Espanyol, que comprobó que buscar el intercambio de golpes con este Barça, te condena tarde o temprano a acabar en la lona.

Pochettino buscó ahogar desde el inicio el centro del campo rival, con Verdú ayudando a Baena y Javi Márquez en la recuperación, iniciando la presión muy arriba, con un Osvaldo que iba a todas y acumulando mucha gente en la zona ancha. Pero eso le obligó a desnudar las bandas.

Guardiola aprovechó esta circunstancia para retrasar la posición de Sergio Busquets como tercer central y adelantar a Alves y Abidal. El resultado fue un ataque despiadado por las alas, una perfecta gestión de los espacios en terreno blanquiazul, que puso en jaque a los locales con varias transiciones rápidas.

Dos de ellas, un contragolpe lanzado por un incombustible Messi y finalizado por Pedro y un doble remate de Xavi, acabaron en gol. A la media hora, el Barça ya ganaba 0-2 y había congelado el estadio de Cornellà, un escenario que no puede ser más beligerante con el 'enemigo' culé.

Con su fútbol de seda, los de Guardiola habían amansado a la fiera, que a estas alturas del choque ya había razonado que lo mejor para mantenerse en pie era aparcar su ímpetu inicial y buscar un fútbol más racional.

Así, con el Barcelona tomándose un respiro ofensivo y con el Espanyol intentado rehacerse del doble golpe con un poco más de posesión de balón, llegó la mejor ocasión blanquiazul de la primera mitad: un remate seco de Callejón que obligó a lucirse a Valdés.

El Barça fue aun más reconocible tras la reanudación. Empezó a lucir su fútbol de combinación y toque para encerrar al Espanyol en su propia área. Iniesta puso a prueba a Kameni y Pedro -enorme partido el suyo- falló un para de ocasiones de gol antes y después de aprovechar un rechace del meta camerunés a tiro de Messi para hacer el 0-3.

Parecía que los azulgranas podrían destrozar al eterno rival ciudadano en su propio estadio, que el Espanyol correría la misma suerte que el Real Madrid, el Almería o la Real Sociedad. Pero entonces apareció Osvaldo para culminar un rapidísimo contragolpe, jalear a la grada y sembrar algo de incertidumbre en el marcador con casi media hora aún por jugarse.

Sin embargo, este Barcelona no deja ni tiempo ni espacio para la duda. El tanto local no hizo más que despertar su voracidad, si es que acaso la había perdido, porque este equipo siempre quiere más y más. Dos zarpazos más de Villa, culminaron una 'manita' histórica. Y pudo llegar alguno más.