En esto del fútbol también hay que creer en la magia. Y España queda ya bendecida para revalidar el título de campeonísima de Europa tras su reconfortante victoria de ayer en La Rosaleda sobre Venezuela. Ése es el ritual, despedir en Málaga el periplo de encuentros en tierras nacionales con una victoria antes de afrontar la preparación para la Eurocopa. Y la selección cumplió ayer su parte del «contrato», como hace cuatro años contra Francia, y con un Soldado espectacular.

Desde luego, no vayan haciendo planes para finales de junio, porque España volverá a estar en la recta final del campeonato de Europa de este verano. Si tienen previsto hacer un viaje, pasar por la vicaría o borrarse del mapa por unos días, háganlo antes de esos días porque se antoja otro torneo apasionante con la «Roja» como protagonista.

La afirmación puede parecer fanfarrona ya que España ganó a un equipo que no es de primera fila internacional y que no le apretó demasiado las tuercas anoche, pero el principal enemigo de esta selección es ella misma y contra el paso del tiempo y las lesiones, el marqués Del Bosque tiene remedio. Ayer certificó que la maquinaria está engrasada a cien días de que arranque el campeonato en Polonia y Ucrania. Pese a las notables ausencias, este conjunto cuenta con una base y un estilo lo suficientemente cimentado como para ser optimistas. No jugaron ni Villa ni Torres. A medio gas lo hicieron Xavi y Puyol. Sumaban casi tres meses desde la última vez que jugaron juntos los seleccionados. Pero no importa, en la cresta de la ola están ahora subidos Iniesta -que nunca falla-, un Silva espectacular y un Soldado matador. Y con eso puede bastar.

Ayer, los tres fueron el motor del equipo, el rodillo que trituró a la vinotinto en una manita para el recuerdo. El fútbol, cuando pasó por sus botas, fue a otra velocidad. Mágicos, elegantes y decisivos buscaron el pase imposible, el gol perfecto, la cirugía sobre el césped. Y lo consiguieron.

Don Andrés, reconocido en todos los campos de España y certificado cada vez que se enfunda la casaca nacional, se vistió ayer de Xavi. Movió a la selección a su antojo, repartió regalos y levitó entre patadas y ataques rivales. El héroe de Johannesburgo no está viviendo de las rentas. Entró en la historia del fútbol español hace ya dos años, pero está empeñado en alargar su leyenda.

El «6» de España buscó siempre al «9», que ayer fue Llorente en el inicio y Soldado en la segunda mitad. Reparto salomónico del seleccionador en el que el valenciano ganó la batalla al riojano. Había mucho interés en ver la respuesta de uno y de otro. Llorente contó como socio con Iniesta y no lo aprovechó. Soldado se vinculó con un motivadísimo Cazorla, que le sirvió en el primer balón que tuvo un gol en bandeja de oro para estrenar su cuenta goleadora con la «Roja».

El segundo de su cuenta particular no tardaría en llegar a pase de Arbeloa. Y el tercero para cerrar una noche redonda fue a pase de Jordi Alba. Si había debate del «9» de España, ya no lo hay. O al menos parece absurdo discutir a un jugador que está casado con el gol. Sin duda, este «soldado» está muy preparado para la guerra europea y hay que aprovecharlo.

Evidentemente, en Polonia y Ucrania no habrá tantas facilidades como anoche. Allí la tensión de la competición dictará sentencia. No se trata de ser el mejor, sino de llegar bien a la cita y de contar con la diosa fortuna en tus filas. Pero si la inercia sigue su curso, España estará en lo más alto del cajón.

Del Bosque, además, ya sabe que puede contar con varias piezas claves en su segunda fila. Si el once está decidido, el seleccionador puede dormir tranquilo porque hay recambio. En la segunda mitad salieron, con mucha hambre, los Cazorla -con sonrisa-, Muniain y Navas, que están para un roto y un descosido. Son el presente y el futuro de esta selección que se puede permitir el lujo de sacar a Xavi Hernández en los minutos de la basura, cuando todo el pescado ya está vendido.

Pero si algo distingue a este bloque es su estilo de juego. Sea quien sea el director de orquesta, la partitura es la misma. El caudal ofensivo de esta selección es casi impropio del fútbol moderno, donde el físico y la táctica se imponen a la calidad y la genialidad. Ayer casi se perdió la cuenta de las ocasiones sobre el marco de Hernández, meta rival. Toda una batería de misiles que acabaron con cinco tantos, pero que pudieron ser otros cinco más a poco que hubieran estado entonados.

De menos a más. Sobre todo en la primer mitad y en los primeros compases. El juego sin extremos, el embudo tan similar al del Málaga se contagió para la «Roja». Ahí se estrelló una y otra vez con la zaga venezolana. Pero cuando Iniesta abrió el marcador, el resto fue ya coser y cantar. A la fiesta goleadora se sumó Silva, que va a llegar al torneo con el cartel de ser uno de los jugadores más importantes de la Premier... y de la selección. Es inteligente, habilidoso y goleador. Lo tiene todo para ser una estrella más en el firmamento rojo.

España dominaba a Venezuela pese a contar con un Xabi Alonso sumamente fallón. No era su día, pero tampoco importaba. Aún así, hay que estar alerta para partidos venideros.

Con la exaltación en la grada y el espectáculo sobre el césped se llegó al descanso. Y en la reanudación llegó el festival de Soldado. El delantero del Valencia firmó tres goles, provocó una expulsión y falló un penalti. Su vuelta a la «Roja» fue, simplemente, espectacular. Ahora sólo le queda demostrar su puntería en las grandes citas. Porque no lo duden, Soldado sacó ayer su billete para Polonia. El resto ya llegarán.

En la segunda mitad también hubo tiempo para ver al mejor Cazorla del curso. Participativo, luchador, descarado y casi goleador. El asturiano debe trasladar su karma en la selección al Málaga. También Debutó Muniain, que va para jugadorazo. Y Del Bosque hizo pruebas con el sistema.

Ayer el paladar futbolístico de los malagueños fue difícil de igualar. En definitiva, la fiesta fue completa y cuando cayó el telón del espectáculo, sólo se podía recordar el lujo de contar con la mejor selección del planeta, un equipo mágico.