Y urge buscarle solución. Leía en estos días pasados que el Unicaja había planteado en las oficinas de la ACB la necesidad de aclarar la situación financiera de los distintos clubs que forman parte de la considerada mejor competición del mundo tras la NBA. Unos cuantos de estos clubs, acogidos a la ley concursal que –para los ciudadanos de a pie– es aquella ley que te permite, a pesar de no tener recursos económicos para mantenerse en pie, y deber dinero hasta tener que callar, seguir compitiendo como si nada. Y no sólo siguen compitiendo, sino que fichan y fichan, dan de baja, y vuelven a fichar, así hasta terminar la temporada y aumentar la lista de damnificados. Un montón de personas con deudas sin saldar.

La honorabilidad de una organización está en proteger los derechos adquiridos y firmados en unos contratos aprobados y aceptados por todas las partes. La honorabilidad de una organización está en asegurarse que los presupuestos de sus asociados están para cumplirlos o echarlos para atrás si no son razonables y tienen visos de no ser cumplidos. ¿Que entonces habrían muy pocos clubs que cumplirían?, pues que se sepa. ¿De qué sirve salvaguardar lo que no se cumple?, ¿de qué sirve salvaguardar al impostor?

La organización ACB ha sido modelo en muchas cosas. Un referente en un montón de acciones organizativas e innovaciones varias, y así hay que reconocerlo. Ahora se está en otra fase que hay que resolver. Es cierto que los tiempos que corren no son muy favorables. No lo son sobre todo para los que han despilfarrado o despilfarran. Adecuarse y ajustarse a las realidades de cada uno. Sin más, pero respondiendo a lo pactado, algo que no está ocurriendo. ACB tiene que anticiparse, como en tantas otras ocasiones a una situación muy compleja que pone en entredicho la propia competición. No se puede consentir que clubs que deben dinero a trabajadores de clubs, a jugadores o entrenadores, sigan contratando como si nada. Si los resultados deportivos no son los deseados, y no tienen prevista partida presupuestaria para posibles cambios, que no cambien. Que aguanten lo planificado en la postemporada y en la pretemporada, bueno o malo. Pero que no sigan engordando las deudas. Sólo hacen desprestigiar a la misma competición. Van a conseguir que nadie se la crea.

Hoy visita Málaga un clásico del baloncesto nacional e internacional, Estudiantes, un club en apuros en lo deportivo y en lo económico. Sin embargo acaba de fichar nuevo entrenador e incorporar a dos jugadores más en su nómina deportiva. Un ejemplo de lo que hablamos.

El fútbol no se aleja mucho de esta realidad. Hay bastante ruina en muchos clubs producto de la mala gestión financiera que casi nunca ha ido acorde a las diferentes realidades deportivas. Mucho iluminado que ha llevado en no pocas veces, incluso a la desaparición de diversas sociedades, víctimas del atropello de malos gestores. Gestionar sin poner en riesgo la continuidad de una organización, donde los contratos son respetados independientemente del resultado final deportivo, es lo que en estos momentos demanda la sociedad civil, una sociedad que asiste incrédula al ver, cómo una organización otrora modelo, se debate en cómo sobrevivir a tanto despropósito. Despropósitos que además se ven cobijados en una ley que les permite deambular a los ojos de aficionados que demandan salud financiera para que deportivamente se higienicen sus equipos y compitan desde sus realidades. Y que esas realidades, sean o no modestas, se rebelen para superarse desde la sensatez. Hace falta mucha de esa sensatez.