Comía con mis hijos y con unos amigos de ellos cuando empezamos a conversar sobre diversas situaciones que se producen en categorías de formación, y sus consecuencais. Tras un buen rato de charla, contándome lo que viven o han vivido en sus respectivas formaciones, llegué a la conclusión de que las deformaciones que antes se producían a los veintitantos años, ahora se producen a los diecitantos. La deformación ha ganado terreno. Triste.

Pondré un ejemplo para entendernos. El caso de un jugador que destacaba siendo joven, y que posteriormente accedía a profesionales. Si ese jugador nunca fue un dechado de facultades que le permitiera ser alguien centrado en sus actuaciones, sobre todo cuando vivía su etapa formativa, y no fue bien dirigido, no solo en lo deportivo, sino en lo personal, sus comportamientos serán las de un chico descerebrado.

Comportamientos que lo convierten en una especie de caballo de carrera. Algo así, como una reducción de la vida. Solo miran lo inmediato, pensando en el contrato que pueda firmar, y que con lo joven que es, el dinero que cobra a diferencia de sus amigos o allegados que no están en su mundo, andan a distancias siderales de posibles caprichos que se puedan permitir. Pasa en baloncesto y en fútbol por los dineros que mueven.

Es el gran drama de la mala formación. Chicos que tienen unas cualidades físicas y técnicas prodigiosas, son aleccionados y preparados para ganar al precio que sea. Se preocupan de su físico y de su técnica, pero no de su alma. Son chicos que abandonan sus estudios, y que tampoco encuentran el ambiente necesario para desarrollarse intelectualmente. Muchas veces son sus propios entrenadores con la complicidad de los padres, los que no facilitan que se desarrollen académicamente, como si jugar valiera para toda la vida.

Y nos encontramos con ejemplos lamentables que vamos descubriendo con el paso del tiempo. ¿Te acuerdas de aquel que jugaba en ese equipo? Pues dilapidó todo lo que ganó, y ahora se dedica a buscarse la vida como puede. Son los llamados juguetes rotos. Solo nos enteramos de aquellos deportistas que han sido auténticas celebridades en su mundo por el impacto mediático que provocan, y por su mala cabeza y peor asesoramiento, caminan ahora deambulando dando pena lo que antes era admirable. Pero detrás de estas celebridades, hay un montón, muchos más, que no salen en las noticias, y sobreviven en la trastienda de los apuros. Una ingente cantidad de deportistas que hicieron cierta fortuna en la alta competición, y que no salen ya en los medios salvo por algún incidente aislado. Ahora se consuelan rehaciendo una vida para la que no están preparados.

Soy muy crítico con la política de los equipos de alta competición respecto de sus canteras. Para encontrar alguna que funcione, y esto es, que cuiden a estos chicos y los formen en todos los sentidos, no solo en el aspecto deportivo, los demás son un auténtico desastre. Una fábrica de descerebrados. Entre otras cosas porque los formadores son los primeros en deformar. No luchan por una formación integral. Si fuera responsable de alguno de estos clubs, despediría inmediatamente a aquellos deformadores de jóvenes, aunque tuvieran unos magníficos resultados. Me alejaría de ellos. No vale todo por un resultado. Para mí, no.