¿Quién paga la cuenta?... Perdonadme si cada vez que escribo últimamente aparezco con la misma cantinela, pero si lo hago no es más que por encontrar una respuesta a la gran pregunta, a la enorme duda que acecha al deporte en general.

Institucionalmente ha quedado claro que no vamos a encontrar los apoyos de antes y mucho menos en las cantidades que se otorgaban. Tampoco es justo con la que está cayendo. El balonmano en mi caso debe adaptarse a los nuevos tiempos y modificar el orden de una competición profesional subvencionada en la mayoría de los casos. Los patrocinios privados escasean y los que siguen han metido la tijera drásticamente. La Liga Asobal, con un agujero financiero soportado en su conjunto por deportistas, trabajadores y proveedores, tiene que cambiar su mentalidad para regresar a sus inicios. A los tiempos del bocadillo y del autobús. A los entrenamientos nocturnos más cerca de la media noche que de un tarde placentera de siesta y dos horitas de ejercicios con el balón. A la supresión de salarios por gratificaciones y pago de otros conceptos. A cambiar el chip de mañanas de gimnasio y comida sana, por horas de oficina, carretera, clases y mucho estrés para poner fin cuanto antes a la jornada laboral. Para encontrar un hueco y desconectar. Para no trasladar los problemas de una actividad a otra. Y nadie debe sonrojarse. Sólo al que incumple y no paga deben sacarle los colores. Al mal gestor. Al que engaña con presupuestos ficticios. Al que juega con sus jugadores y colaboradores. Lo demás, bien explicado, no debe sorprenderle a nadie.

Y volverán a sacrificar días de vacaciones en sus trabajos para competir entre semana. Para ir y volver en un rato. No son las mejores condiciones, pero son las únicas que hay. También los organizadores deben tomar nota y programar sus grupos y calendarios de otra manera. Cruzar España es un sacrificio. La reflexión también debe llegar a los estamentos federativos.

¿Y qué hacemos con el deporte base? Nos vamos a cargar el futuro, ya de por sí tocado, por no tener ni para lo más básico. Qué triste tiene que ser para un entrenador que seguramente no cobra un euro, decirle a sus niños o niñas que no van a disputar un campeonato que se han ganado en la pista por no tener ni para dormir una noche en un hotel. ¿Te los llevas a un camping? Duele mucho más cuando se observa el despilfarro en otras cosas. Cuando por más explicaciones que te dan no aciertas a entenderlas. Cuando los presupuestos se olvidan de lo esencial, pues sin deportistas, por mucho que las oficinas estén llenas de trabajadores y técnicos, no tendremos deporte.

A la gente del balonmano le duele. Les molesta. Horas y horas de trabajo profesional sin el más mínimo reconocimiento. Desvelos, preocupaciones y dolores de cabeza por mantener algo que no recibe ni el apoyo más elemental. Bloqueo en las pocas ayudas económicas que llegan. Facturas de servicios muertas en algún cajón. Dedicación altruista más cerca de una ONG que de una Federación o un club deportivo.

Y los chicos y chicas este año además se pueden quedar sin su trofeo. Sin su minuto de gloria. Sin su justo y merecido reconocimiento. Peligra la Gala. No hay liquidez. Ni para los profesionales ni para el deporte base, entonces ¿dónde está el dinero?... Las familias, exprimidas, no pueden más. ¿Quién paga la cuenta?

*Raúl Romero es delegado territorial de la Federación Andaluza de balonmano en Málaga