Jugó poco menos de un cuarto de hora. Tiempo suficiente para rozar el tanto en un disparo lejano que acabó en el córner que supuso el 4-0 de Cesc Fábregas. Pero sobre todo le sirvió para demostrar al planeta fútbol que él también es un «grande» del balompié, un titularísimo para cualquier equipo del mundo... menos para esta «Roja» de Iniesta, Xavi Hernández, Silva y Xabi Alonso.

Santi Cazorla debutó ayer en la Eurocopa 2012. El malaguista se perdió el Mundial de Sudáfrica por una lesión, pero sí fue partícipe del éxito con Luis Aragonés en Austria y Suiza, hace cuatro años. Y ahora quiere repetir «eurotítulo». Para Del Bosque, el centrocampista albiceleste es un fijo en cualquier convocatoria. Si es de 23 jugadores, como en esta ocasión, va; pero si fueran sólo 18, también estaría. Y si fueran 15, quizás también.

A pesar de todo, no tiene sitio en el once inicial por esa pléyade de estrellas casi irrepetible que puebla la zona ancha de la «Roja». Es su «mala» suerte particular. Porque que nadie dude que si Cazorlita fuera italiano, sería el socio perfecto de Pirlo; si fuera alemán, manejaría el cotarro teutón con Schweisteiger a su vera; si fuera holandés, sería el alter ego de Robben; y si por contra hubiera nacido en Lisboa, pondría cada partido decenas de balones a Cristiano, que acabarían con esa depresión que asola al aspirante a Balón de Oro cada vez que cambia la casaca merengue por la rojiverde lusa.

Pero no, Santi nació en Lugo de Llanera, un pueblecito asturiano del mismo país en el que están Fuentealbilla, Tarrasa, Arguineguín o Tolosa. Por esa cuestión puramente geográfica es por la que el malaguista no se estrenó contra Italia en el debut de la competición y no jugó como titular ayer contra la República de Irlanda. Eso sí, él ya sabe lo que es jugar unos minutos en esta «Euro». Que se lo cuente a Pedrito, Mata, Negredo o Llorente, otros titularísimos que todavía no han tenido esa oportunidad.