Llegó a Málaga hace nueve años por amor y desde hace cuatro lleva impulsando la consolidación de la práctica del judo en nuestra ciudad a través de los colegios y las Escuelas Deportivas Municipales. Se trata de Fernando Fernández, un maestro judoka que ha hecho de su pasión su manera de vida.

«El judo es el camino para utilizar cuerpo y mente del modo más eficaz», es una frase del creador de este arte marcial, el maestro japonés Jigoro Kano en el año 1882. Los millones de seguidores de este deporte llevan esta sentencia al pie de la letra. «El judo es una manera de vida, es más que un simple deporte, es un arte», explica Fernández poco antes de enfundarse el judogi para comenzar una clase con chicos de 8 años.

Este riojano afincado en Málaga ha «mamado» el judo desde la cuna. Hijo de un maestro «sexto dan» con cinturón rojo y blanco (lo máximo que se ha concedido en España), hermano del presidente de la Federación riojana, con «quinto dan», Fernando hizo del judo durante su infancia y adolescencia su manera de vida. Fue campeón de La Rioja y subcampeón de España, además de participar asiduamente en campeonatos de Europa. A los 27 años dejó de competir y se dedicó a enseñar. Su capacidad para enseñar este especial arte marcial le llevó a tener en la escuela riojana a más de 3.000 niños de todas las edades, su reto ahora en Málaga es conseguir algo similar.

Tras aterrizar aquí, su padre le aconsejó llevar acabo en la Costa del Sol el mismo plan de enseñanza del judo que tan bien funcionó en su tierra natal. «En el norte hay gran tradición de judo, pero cuando llegué yo a Málaga la verdad es que había muy poca». Contactó con el colegio Novaschool que quedaron encantados con la idea y el plan de trabajo de Fernando y empezó a colaborar como profesor de judo en las instalaciones que la entidad tiene en Añoreta para después empezar a colaborar también con las escuelas deportivas municipales, sobre todo en la zona de El Palo.

En menos de cuatro años que lleva la escuela en marcha, son cerca de 400 niños de todas las edades los que se han acercado a la práctica de este noble deporte. La técnica de enseñanza de Fernando es simple pero muy eficaz. Para él, la mejor edad para comenzar a practicar el judo son los tres, cuatro años. «Con los más pequeños intentamos que se lo tomen como un juego. Primero les enseñamos la manera de caer y luego es asombroso como niños y niñas van adquiriendo confianza en muy poco tiempo».

El judo, pese a ser un deporte en el que la capacidad física es muy importante, se puede practicar hasta los 80 años. Según su experiencia, un chaval de 5 años puede empezar a dominar la técnica de este deporte en un periodo de dos años. Por lo que en su escuela ya hay chavales con mucho nivel y con gran potencial. Además, este año será el primero que todos los integrantes de la escuela se han federado para competir, primero a nivel local y luego en campeonatos regionales y nacionales.

Uno de los aspectos que más destaca este judoka, a parte de lo saludable que es la práctica del judo, es la importancia que tiene un deporte como este en la educación de los niños. «El vínculo que se produce entre alumno y maestro en el judo va más allá de la relación de cualquier entrenador en cualquier otro deporte».

Tales son los valores de este antiguo deporte, que la UNESCO se ha convertido en el principal impulsor del judo por todo el planeta. Y es que es una disciplina que la puede practicar cualquier niño. «Una de las cosas buenas que tiene el judo es que practicándolo van a estar a gusto todos los niños, tanto los que tienen ambición de competir como los que no».

De momento, pese a que a nivel internacional el judo español es de los más fuerte, aún queda mucho camino por recorrer para equipararlo a otros países como Francia y Bélgica, que es «casi deporte nacional» o países del este, en los que el judo es una religión. Para Fernández, los éxitos del judo español son poco más que sorprendentes por el poco apoyo institucional que recibe en comparación con otros deportes.