Termina junio y muchas entidades graban en letras de oro, en caso de ascenso como le ha ocurrido al Centro de Deportes El Palo, unas fechas que nunca olvidarán. Hace 15 años regresó a la elite del fútbol español el renovado Málaga CF. Ayer, 30 de junio, a un «equipo de barrio» se le ocurrió endosarle un 2-0 a todo un Deportivo B, plagado de perlas internacionales. Y hubo en San Ignacio invasión de campo. Y baño para todos. Y una cena como no se recuerda en la entidad. No era para menos. Hasta las autoridades locales quisieron arropar a una escuadra que ya nos hemos aprendido de memoria. ¡Bravo, campeones!

El Palo empezó a escribir esta historia en agosto pasado. El exmalaguista Pablo Guede prometía alegrías. Pocos le creyeron. Y menos aún cuando tuvo que abandonar el navío por problemas familiares. Su profecía, no obstante, la ha hecho realidad otro técnico de la casa, Daniel Pérez. Campeonato liguero y a Segunda B tras superar tres difíciles eliminatorias. Hasta el Burgos se vio contra las cuerdas. Se rozó la proeza en El Plantío. Pero luego se doblegó con solvencia al Jumilla y ayer se remontaron los dos goles de diferencia de Riazor (4-2).

La jornada del sábado se presentaba propicia. «Parece que es hoy la Virgen del Carmen», le decía una aficionada de El Palo a su pareja, al acceder al Nuevo San Ignacio. Faltaba casi una hora para que el colegiado extremeño Pardo Martínez decretase el pitido inicial. Pero no se recordaba una tarde de sábado tan festiva en los aledaños del estadio. Nadie quería perderse esta cita.

La Policía Nacional tomababa posiciones, con hasta cuatro dotaciones especiales, al tiempo que una reducida delegación del Deportivo, encabezada por el entrenador del primer equipo, Fernando Vázquez, preguntaba sobre dónde se establecería el pasillo, bien protegido, de acceso al césped. Pero el vedadero calvario no lo vivirían los visitantes fuera del terreno, sino con un conjunto local bien plantado y decidido a no arrugarse ni siquiera con diez jugadores, tras la expulsión de Igna.

Del minuto 60 al 82 llegaron los dos goles. Mucho más tarde lo necesario. Porque el filial deportivista ayer no existió. Ni un disparo entre los tres palos. Y luego el delirio, la invasión de campo. Un sueño de un barrio humilde que paseará su nombre por feudos históricos del balompié nacional.

Julio, uno de los artífices de esta gesta, lo explicaba después: «Es un sueño indescriptible. Todo lo que te diga es poco. La jugada que ha abierto la lata la teníamos ensayada, con Jesule por arriba. Ya en la víspera nos salió bien. Ahora ya somos de Segunda B. Y seguiremos igual de humildes».