Botes de crema para pieles claras que enrojecen con facilidad. En Irlanda sólo llueve. En Marbella el sol reluce 300 días al año. Lo cuenta Justin Parks, capitán del único equipo de Gaelic Football, fútbol gaélico para los españoles, de la geografía malagueña. «Nos tenemos que echar casi todos crema de +50, porque no estamos acostumbrados a tanto sol. Como gambas nos ponemos. ¡Pero qué envidia nos tienen los que juegan en Irlanda!», afirma.

El Gaelic Football es un híbrido entre rugby y fútbol. Pero con peculiaridades. Cada equipo consta de quince jugadores con un objetivo claro: conseguir puntos. Se juega con dos porterías, como en el fútbol, y con dos postes encima de ellas, como en el rugby. Si marcas gol son tres puntos. Si pasas el balón entre los dos postes, uno. La pelota es muy parecida a la de «nuestro» fútbol. Por su forma, que es redonda, y por su peso, ligeramente inferior al del deporte más practicado en España.

Se emplean manos y pies para pasar la pelota y marcar goles y todo el cuerpo, en general, para todo lo demás. Porque el contacto, o el intentar librarte de él, caracteriza al deporte más popular en la tierra de la pescadera Molly Malone.

El Costa Gaels echó a rodar en el 2002 en Marbella, de los primeros clubs de fútbol gaélico en España junto a los de Madrid y Barcelona. Dese entonces, una pequeña representación irlandesa lucha temporada tras temporada para sacarlo adelante. «En el equipo tenemos muchas nacionalidades. Hay irlandeses, pero también ingleses y españoles. Hasta tenemos uno de Iraq», afirma Justin. Pero se encuentran con problemas a la hora de formar un conjunto completo. Muy poca gente se apunta a esta aventura. Para jugar la Liga Ibérica tienen que fusionarse con los equipos de Sevilla y Gibraltar. Entonces, el Costa Gaels deja de ser malagueño exclusivamente y pasa a representar a Andalucía.

Aunque el futuro local se pinta de esperanza. El club se mueve y los frutos ya empiezan a vislumbrarse. Al equipo sénior se le suma el infantil, donde la mitad de los niños son españoles y aprenden el deporte desde pequeños. También tienen proyecto de hacer un equipo femenino. «Las madres viene a ver a sus niños y me dicen que ya están hartas de esperar con el café. ¡Quieren jugar ellas también, y a nosotros nos parece perfecto», apunta ilusionado.

Emplean siempre los primeros meses de la temporada en formar un equipo. La tarea de buscar nuevos jugadores corresponde a los veteranos, que pese a contar con bastantes dificultades, siempre salen airosos y con nuevos fichajes para su club. Muchos irlandeses llegan a España para trabajar durante una temporada, otros vienen de Erasmus, otros... La misión es captarlos para un año. O para el tiempo que estén en la ciudad. Todo suma.

Se entrenan en el campo del Marbella Rugby Club, con el que guardan buenas relaciones, dos días a la semana y sin que coincida con horario de trabajo. La profesionalidad les queda muy lejos, aunque en ilusión no les gana nadie. «Para viajar a Madrid, Barcelona o La Coruña nos juntamos con los otros andaluces. Vamos todos juntos, en coche. Es lo mejor de los viajes, el hablar con otra gente, el conocerse», comenta Parks.

Un deporte desconocido

Muy poca gente sabe de la existencia del Irish Football. Muchos señalan el excesivo conservadurismo de su país de origen como la causa principal. También aclara este tema Justin Parks, aunque dice no poder explicar la poca popularidad de la que goza su deporte fuera de las fronteras irlandesas. «En mi país, la gente es con el fútbol gaélico como un niño que tiene un juguete y no quiere dejárselo a nadie. No quiere que nadie juegue con él. No sé si es por religión, o por mentalidad cerrada. Pero es así», explica.

Lo cierto es que tanto la filosofía de los equipos como el régimen de fichajes se asemejan mucho a los del Athletic de Bilbao en fútbol. Sólo valen jugadores de casa. Resulta inusual ver un jugador que juegue fuera de su tierra, en otro equipo que no represente su condado. Los estadios se llenan a menudo y la expectación que crean las grandes finales y las citas importantes no tienen nada que envidiar a otros deportes con más aceptación.

Pese a ello, la inmigración irlandesa en todas partes del mundo ayuda la difusión de este deporte. España ya cuenta con equipos en las ciudades más pobladas: Valencia, Barcelona, Madrid. La Coruña... Y esto sólo es el reflejo de lo que sucede en las ciudades más importantes y cosmopolitas del mundo. Nueva York, Shangai o Sidney se han convertido en testigos directos de cómo se juega al fútbol gaélico y de la auténtica devoción que profesa el país isleño por su deporte rey.

Andalucía no iba a ser menos. Ahora suenan Granada y Córdoba como futuribles para salir al mercado del fútbol gaélico. Podría concretarse entonces una liga exclusivamente andaluza y serviría de aliciente para mejorar el nivel de los equipos ya creados. La competitividad es clave para el buen funcionamiento de una liga regular en la comunidad autónoma. Aunque su consecución se antoja complicada de momento, al menos. Pocos patrocinadores y menos dinero si cabe.

Pero ni Justin Parks ni ninguno de los fijos del Costa Gaels van a darse por vencidos. Se mueven en Internet, en redes sociales y hasta por colegios locales. Hace unos meses visitaron El Romeral. Los alumnos que probaron el futbol gaélico, entre los ocho y los dieciocho años, quedaron entusiasmados. «La clave está en que es un deporte muy fácil de aprender», explica Parks. «Incluso una profesora nos dijo que los niños estaban ya aburridos de practicar deportes normales. Los chavales disfrutaron mucho», sentenció.

Bandera de la cultura irlandesa

El fútbol gaélico funciona, además, como motor indispensable para la transmisión y extensión de la cultura isleña en la costa del sol. La playa es buen terreno de juego para cualquier deporte y los irlandeses que habitan la Costa del Sol lo saben y lo aprovechan. Ya ha dejado de ser raro el ver a gente en calcetines y chancletas pasándose un extraño balón con las manos en la arena del litoral costasoleño. Muchos se juntan en la playa, otros aprovechan el sol para hacer barbacoas y los más se juntan después de los entrenamientos para beber cerveza y disfrutar del buen tiempo. También destaca este aspecto el capitán del Costa Gaels. «Muchas veces quedamos en la playa y jugamos allí. Ya se nos unen hasta los españoles que nos ven jugar. El día de San Patricio se juntó muchísima gente. Vamos avanzando», afirma.

Ya han pasado más de diez años desde la fundación del Costa Gaels y la situación solo ha hecho mejorar. En el 2000 nadie en Málaga sabía de la existencia de este deporte. Ahora Marbella cuenta con su propio equipo y mucha gente trabaja para sacarlo adelante año tras año. Gente que vive en Málaga, que trabaja o que estudia aquí. Las gradas repletas, las aficiones alentando... Eso todavía no es para el Costa Gaels, pero su labor para la creación de un vínculo especial entre extranjeros y esta tierra no debe caer en el olvido. Sería una gran equivocación.