Tan sólo 10 minutos después del comienzo del entrenamiento del Meridiano Antequera del martes por noche, la tragedia asaltó la pista del pabellón Fernando Argüelles cuando Darío Matas Béjar, de tan sólo 19 años, entró en parada cardiorrespiratoria. Entonces, los dos entrenadores del equipo y el conserje, Paco García, se dispusieron a conectarle el desfibrilador y lanzaron la primera descarga a la espera de que llegara el «salvador» del joven deportista.

Martín González, médico antequerano de 48 años, que se encontraba en las instalaciones deportivas terminando la sesión de gimnasia de mantenimiento, fue avisado de lo ocurrido. Tardó dos minutos en llegar a Darío.

Le faltaba el pulso e inició un masaje cardíaco con la ayuda de otro médico que se hallaba en el lugar. «A los 25 minutos seguía sin tener pulso, pero luché hasta el final, no podía dejar morir a una persona tan joven», recuerda este médico de vocación.

Cinco fueron las descargar que recibió el joven deportista antes de la llegada de la ambulancia del 061. «Cuando llegó la ambulancia se cogió la vía venosa, se ventiló al paciente y se aplicaron medicamentos», expone este héroe que durante el día de ayer recibió la enhorabuena y el agradecimiento de todos los compañeros de Darío y del equipo directivo del Meridiano. Martín subraya que siguió a rajatabla el protocolo de resucitación cardiopulmonar básico y destaca que lo más importante y «lo que realmente salvó la vida de Darío» fue la precocidad con la que se actuó.

En este sentido, el «ángel de la guarda» del Fernando Argüelles destaca la importancia de contar con el desfibrilador en todos los lugares donde se realice ejercicio físico. Y en eso, Antequera es pionero. De hecho, el responsable de instalaciones del Ayuntamiento antequerano, Manolo Rico, ya había dado orden ayer mismo de recargar la batería del desfibrilador del Argüelles. Sin duda que su trabajo y el del Patronato de Deportes le salvó la vida a Darío.

El nerviosismo no apareció en la escena de resurrección por parte de Martín, quien asegura que luchó hasta el final por la vida de Darío y confiesa que su mayor satisfacción es que pueda contarlo.

«Yo tomé la dirección de la resucitación. Venía un compañero en la ambulancia, pero tomé la dirección. No sé él cómo se sintió, pero yo creía que la situación lo merecía», manifiesta.

Martín revela la preocupación en aquel momento por el riesgo de que Darío falleciera. «Siempre hay que darle gracias a Dios de todas las cosas, independientemente de que tú hagas el trabajo puede que el paciente no se salve».

«No soy un héroe»

Durante los momentos en los que Martín atendió al joven jugador de balonmano se dejó sentir una mezcla de nerviosismo, estado de shock y desmoronamiento entre los compañeros de Darío y el equipo directivo.

«No soy un héroe, hice simplemente el trabajo que como médico debo de hacer», concluye Martín con la humildad que le caracteriza, recibiendo al mismo tiempo los halagos de los que estuvieron presentes el día en el que Darío volvió a nacer.