La competición más importante de las dos ruedas en España ha comenzado este año en Málaga. La Vuelta tuvo su prólogo el pasado sábado en Marbella, en una carrera de poco más de siete kilómetros por la banda marítima de la localidad que abandera la Costa del Sol. En cambio, ayer, se vivieron los primeros momentos de máxima tensión y competitividad de la ronda ciclista.

La Opinión de Málaga siguió de principio a fin la segunda etapa. Desde Alhaurín de la Torre hasta el Caminito del Rey a bordo de uno de los despampanantes coche de Carrefour, recorrimos palmo a palmo cada curva, cada badén, cada adelantamiento que se produjo en el trayecto. Fue una de las vistas más privilegiadas, salvando las que tienen los que van en el helicóptero de la Vuelta Ciclista a España.

El ciclismo de alta competición tiene muchísimos adeptos. En Alhaurín de la Torre, los vecinos de la localidad malagueña se entremezclaban con aficionados a este deporte que se habían desplazado para ver la salida de la primera prueba puntuable.

Niños y mayores, eran muchos los que iban perfectamente ataviados con las equipaciones de algunos de los equipos participantes más punteros. Además, también se agolpaban junto a los autobuses de los mismos, era el momento de buscar la foto con sus ídolos, justo antes del control de firmas.

Algunos eran seguidores acérrimos de Froome, otros muchos apoyaban al colombiano de Movistar, Nairo Quintana, pero sin duda, el rojo y amarillo predominaba en el pasillo por el que minutos después pasaría el pelotón. Valverde y Purito Rodríguez, eran, por unanimidad, los favoritos del público.

El coche debía salir unos minutos antes que los corredores. Un enorme cortejo daría el aviso, pueblo a pueblo, de que los mejores ciclistas del mundo estarían a punto de pasar.

Así, pasado Alhaurín de la Torre, llegó el turno de las localidades vecinas: Alhaurín el Grande, Coín, Guaro, Álora, Pizarra, Ardales... En todos y cada uno de los pueblos protagonistas de esta segunda etapa predominaba el colorido, el júbilo y la emoción por la prueba.

Banderas de Bélgica, Colombia, Italia, Irlanda y, sobre todo, muchísimas rojigualdas. Las entradas a las localidades participantes en la pasada etapa eran un hervidero de vítores y palabras de ánimo para los ciclistas. En especial, para los primeros seis valientes que protagonizaron la primera escapada de la etapa. Estos eran Niemic, Montaguti, Villela, Gonçalves, Lindeman y Walter Pedraza. Para ellos fueron los primeros aplausos en varios pueblos.

Hasta llegar al Caminito del Rey, el paisaje era árido y poco amigable. El sol, justiciero, hacía que estos ciclistas pidieran y pidieran agua a los coches de sus equipos. Incluso hielos para metérselos en el maillot para que les refrescara la nuca y toda la espalda.

Carreteras que parecían de nadie se convertieron en el epicentro del ciclismo de más alto nivel. Los corredores siempre estaban arropados por sus equipos, por las motos de las fuerzas de seguridad, por las motocicletas de gran cilindrada que les informaban a cuántos minutos tenían al pelotón, además de los coches de comisarios, dirección general y patrocinadores.

Conforme la marabunta se iba acercando al desfiladero de Los Gaitanes, la carretera se estrechaba más y más. Llegó un momento en el que los propios autobuses de los equipos ciclistas se convertían en guardarraíles de la travesía.

Con la llegada al inmenso pantano de El Chorro el paraje se alivió. El seco amarillento se convirtió en fresco azul aguamarina, las pronunciadas curvas también se suavizaron y corría una brisa que se alejaba bastante del malagueño terral.

Pero ahí no terminaría la segunda etapa de La Vuelta. Minutos atrás, en la «radio vuelta» del coche se informaba de una aparatosa caída en la que numerosos ciclistas se habían visto perjudicados. Entre ellos iba Vincenzo Nibali, el ya ganador de una Vuelta, un Tour y un Giro. El italiano era uno de los candidatos al maillot rojo. Candidatura de la que se puede hablar en pasado, ya que tras la carrera se confirmó su expulsión de la prueba española.

Polémicas a un lado, todavía habría que dar una vuelta más a Pizarra y Álora hasta coronar el Caminito. Los casi tres minutos de media que había llevado de ventaja la escapada se iban reduciendo cada vez más. Las fuerzas flaqueaban al mismo tiempo que se obligaban a dar el sprint final. Finalmente, el joven Johan Esteban Chaves del equipo Orica-Green Edge ganó la etapa.

Si se vive desde un coche, a pie de carretera, casi sintiendo la respiración de los ciclistas, La Vuelta es más bonita, más apasionante, más impresionante.

@MarBianchi3