Christian Jongeenel, nadador malagueño especialistas en aguas abiertas, lo ha vuelto a hacer. No hay reto que se proponga este deportista de 41 años que no supere y ayer completó uno de los más difíciles de su carrera: alcanzar la isla de Menorca desde la isla de Menorca, una travesía de algo más de 37 kilómetros que completó ayer en 9 horas y 24 minutos. Una gesta que no tiene otra pretensión más que la benéfica, ya que con esta travesía Jongeenel pretende recaudar 3.000 euros para un proyecto con el que disminuir la elevada mortalidad en niños y niñas menores de 4 años mediante la mejora de su alimentación a través de la Fundación Vicente Ferrer y la ONG Brazadas Solidarias.

No ha sido un reto fácil. El nadador llevaba un mes en las Baleares esperando el momento perfecto para completar la travesía, pero las malas condiciones del mar impidieron, hasta ayer, que se lanzara al agua. Pero incluso ayer las condiciones no eran las mejores, aunque el malagueño y su equipo decidieron arriesgar y les salió cara. «Las condiciones del mar no eran las mejores, eran muy cambiantes pero era ahora o nunca. Estoy muy feliz por haberlo conseguido, me he encontrado muy bien», explicó Christian a este periódico nada más completar la dura travesía.

Un viaje a nado en el que se ha encontrado con fuerte oleaje, picaduras de medusa e incluso un retraso al inicio del reto por una avería en el barco que le debía acompañar, que le obligó a demorar la salida en casi tres horas.

Pero todo ha merecido la pena, al cierre de esta edición y gracias a la difusión que ha tenido el reto de Christian, casi se habían recaudado los 3.000 euros del programa solidario. «Me han dicho que la gente está como loca aportando su granito de arena, ojalá se consiga recaudar todo», confirma.

Jongeneel, también conocido como «Duracell», se ha convertido en uno de los pocos intrépidos que ha logrado atravesar el Canal de Menorca, una travesía muy complicada y que hasta la fecha solo habían culminado una decena de nadadores.

Además, este reto cuenta con un componente especial para él, ya que es la primera vez que su hijo Erik, de 10 meses, ve en directo una de las hazañas de su padre. «Ha sido muy bonito ver a mi hijo en el punto de llegada. Sé que aún es muy pequeño pero quería que estuviera aquí para que empiece a tener conciencia de las cosas que hace su padre y sobre todo el porqué de hacerlas», reflexiona Jongeneel, que regresa hoy a Málaga con la satisfacción de haber logrado la financiación para el programa solidario y de paso haber tachado otra travesía a su extenso palmarés.