Paula Vadillo Tejada llegó al grupo de entrenamiento de Miguel Arias cuando era muy pequeña. Arias, delegado de la Federación Andaluza en Málaga desde que tenía 18 años, era amigo y compañero del padre de Paula, Salvador Vadillo. Y, desde pequeña, destacó. En categoría de menos de 52 kilos conquistó títulos andaluces y se hizo un hueco en el equipo nacional, siendo ya cinturón negro. Entrenaba en el Guadaljaire, con un grupo de otras 10 chicas, todas cinturón negro. Un caso especial y al que ella aportaba su sensacional calidad humana. Cuenta su entrenador, Miguel Arias, que a todas las niñas ha tenido, por unos motivos u otros, que echar alguna bronca. A todas menos a Paula, que tenía un corazón generoso y una simpatía arrolladora.

La judoca era el nexo de unión de ese grupo, siempre junto a su inseparable amiga Patricia Robles, actual número uno de su categoría en el ránking nacional y candidata a disputar el próximo Europeo, Paula era el «pegamento» que unía los siempre complicados caracteres de chicas de apenas 16 años, en plena competición y al máximo de exigencias.

Amigable y muy afable, cuando dejó el tatami por su enfermedad hace más de un año, el judo malagueño se volcó con ella y las preguntas sobre su evolución iban para su padre y para su hermano Luis, que también practica judo y es ya cinturón marrón.

El pasado 27 de noviembre, hace menos de un mes, un tumor cerebral se la llevó de este mundo, con sólo 19 años y aún mucho por descubrir, en su vida y en el judo. El cielo ha ganado para siempre una sonrisa perenne.