Se respiraba un aura especial en la sala. Un nerviosismo inusual por parte de la gran protagonista, una mujer que no las tenía todas consigo pese a haber toreado en plazas de mucho más tronío. En el deporte, el trago más amargo es decir adiós, poner el punto final. Sucede como con la muerte, se desconoce lo que espera después de la retirada. Es lo que hizo ayer Carmen Herrera en una rueda de prensa en el Instituto Andaluz de Deporte. La judoca pronunció esas palabras que llevaba pensando desde hace un tiempo y para las que nunca se está preparada. «Siempre he aspirado a dar lo mejor de mi misma en todo momento, a base de mucho esfuerzo y sacrificio. Me cuesta pensar en llegar a los Juegos sin la preparación debida». Con este mensaje, Herrera renunciaba a participar en los Juegos Paralímpicos de Río 2016 y despedía una carrera difícilmente repetible.

A su lado, su entrenador, Paco Rodríguez, la persona que mejor la conoce, formulaba su propia versión. «Ha perdido el hambre, está saciada. Si un deportista sufre es porque tiene la necesidad de ganar y ella ya no la tiene», confesaba el coach bajo la atenta mirada de su discípula. En la alta competición hay que aprender a sufrir con alegría y Carmen ya no lo hacía.

La gran causante de esta decisión es, sin duda, una lesión en la cadera. Una dolencia que la judoca lleva aquejando durante tres años y que llegó a su fase más aguda el pasado noviembre. Herrera no pudo acudir a los Campeonatos de Europa para deficientes visuales. Allí se entregaron los billetes para los Juegos Paralímpicos de Río 2016. Fuera de ellos, la malagueña no se resignaba un mes después: «Sería raro no verme en los Juegos y voy a intentar recuperarme para que eso no pase». Sin embargo, no verse al cien por cien para entrenar fue aminorando su ánimo. De ahí que treinta días después tuviese decidida su retirada. Ha tardado dos meses en ser oficial, pero la decisión fue tan firme que ni siquiera esperó una invitación del Comité Paralímpico Internacional, esperada por su intachable carrera: «Decidí retirarme y ya no me preocupé más». Ahora, la alhaurina transmitirá todos los valores aprendidos a los más jóvenes.

Deja el tatami y con él un palmarés envidiable. En los más de 15 años de alta competición consiguió ser tricampeona paralímpica (Atenas, 2004, Pekín 2008 y Londres 2012), doble campeona del mundo (Río de Janeiro 2001 y Sao Paulo 2007) y oro en los Juegos Mundiales para Ciegos y Deficientes de Antalya 2011. Dos platas mundiales y otro bronce obtenido en Madrid completan su hoja de resultados. Lejos de la contienda, también fue reconocida con la Medalla de Oro de Real Orden al Mérito Deportivo y con la Medalla de Andalucía. Todo este elenco de reconocimientos para ser la mejor judoca paralímpica de la historia.

En todo momento en la sala había algo que brillaba con luz propia. Eran las tres medallas de campeona olímpica que reposaban en un estante. Debajo de ellas, una placa con un mensaje de Sebastian Coe, miembro de la organización de los Juegos Olímpicos de Londres, que rezaba: «Gracias por ayudar a inspirar a una generación». Frase elocuente que eleva a Carmen Herrera a lo que es: un verdadero ejemplo. Un espejo en el que muchos jóvenes debieran mirarse. Una mujer que ha derribado adversidades para ser la mejor. Su llama se ha apagado, pero su legado permanecerá para siempre.