Nada es eterno en esta vida y la carrera futbolística de cualquier jugador, mucho menos. José Antonio Borrego Gutiérrez «Tete» (11 de enero de 1975, Málaga) se retira del fútbol sala tras 22 temporadas como profesional -11 de ellas en Primera División-, casi 200 goles en la máxima categoría y con un título de Copa. «Me siento muy orgulloso de mi carrera deportiva», afirma el ya exjugador del UMA Antequera.

Tete dice adiós al deporte que le dio todo tras una extensa trayectoria llena de éxitos. En esta vida no basta con luchar para alcanzar los objetivos. El carácter y el espíritu propio es lo que decide las metas y ambiciones de cada uno. En su caso, la pasión por lo que hace le ha llevado a conseguir todo lo que tiene. «Desde los 33 años llevo entrenando como si fuese mi última temporada. Cuando vives todo como si fuese la última vez, sacas fuerzas de donde no las tienes», manifiesta. Silogismo con el que hace su pasión una forma de vida.

En el colegio, a los 7 años. Edad a la que comenzó a desarrollar su pasión por el balón, ente que sería su mejor amigo hasta este verano. Desde alevín hasta juvenil alternaba el fútbol 7 -jugaba los domingos- con el fútbol sala -los sábados-. Pero cuando acabó la edad juvenil, el Suministros Muñoz de Torremolinos, equipo dirigido por Moli, actual entrenador del UMA Antequera, le hizo una oferta para seguir jugando en Segunda División, donde llevaba ya un año. Data que marcó su futuro deportivo.

En la temporada 99/00 firmó por Valencia Vijusa. Previamente había debutado en Primera con el San Fernando Jerez. A Valencia llegó con el equipo en Segunda División y logró el ascenso con un gol de oro suyo en la prórroga frente a Jaén. Dirigido por Eduardo García «Miki», fue subcampeón de Liga, jugando una final contra Playas de Castellón, y al año siguiente ganó la final de la Copa de España, donde lo eligieron MVP del torneo. A la semana siguiente fue convocado por la selección española. «Fue mi trampolín para que en el mundo del fútbol sala nacional se escuchara el nombre de Tete», reconoce.

Tras su paso por Valencia se consagró en la élite del fútbol sala y recabó en las filas del MRA Navarra en la 2004/05. «Fue una experiencia muy buena y enriquecedora porque no había vivido nunca en el norte y allí se vive el fútbol sala con mucha pasión», reseña. Con el conjunto navarro disputó una semifinal por el título de Liga y otra por la Copa.

Dos temporadas después se marchó al Benicarló, donde se reencontró con Miki, quien le había entrenado cinco años en Valencia. «Cuando Miki firma por Benicarló, una de sus peticiones fui yo. Me costó marcharme de Navarra pero creo que fue una buena decisión porque también hicimos semifinales de Liga», cuenta Tete.

«Matrimonio» con Moli. Su recorrido por el mundo del fútbol sala no se entiende sin el vínculo que conserva con Moli, con quien comparte una relación de padre-hijo. En 2008 surgió la oportunidad de fichar por el UMA Antequera, equipo dirigido por el técnico malagueño, y tras poner sus dos opciones en una balanza (quedarse en Primera, con lo que eso conlleva económicamente o embarcarse en un nuevo proyecto en Segunda), se decantó por la segunda.

«Es Moli quien apuesta por mí, sino hubiese estado él seguramente no hubiese acabado en el UMA, y al final ha sido una de las decisiones más importantes de mi vida. Ocho temporadas consecutivas aquí y con los éxitos de las dos últimas. Ha sido maravilloso», relata. Gracias a él también terminó sus estudios. Ahora, Tete es profesor.

Por entonces, su mujer Lourdes también había encontrado trabajo en Málaga y fue el otro argumento que le hizo regresar a su ciudad natal y tomar la decisión definitiva. «Le doy las gracias a mi mujer porque ha sido mi fan número uno y sobre todo por su paciencia, porque aguantarme con el dichoso fútbol sala las 24 horas tiene un mérito incalculable», puntualiza.

El pilar de la familia. La familia es el apoyo elemental en su vida. Sus padres, su mujer y sus dos hijas, Judith y María, son el centro de su universo. Para sus progenitores también tiene palabras de agradecimiento. «Agradecer a mis padres la educación que me han dado porque gracias a ellos he podido conseguir las metas que me he propuesto, por la humildad que siempre me transmitieron y que si no hubiese sido por ellos, nunca me hubiese metido en el mundo del deporte», revela.

Aquél que no arriesga no obtiene derrotas, pero sobre todo no logra victorias. Tete apostó y conquistó la historia del fútbol sala malagueño a manos del UMA Antequera, y sobre todo, del fútbol sala nacional.

En su último partido en casa: hat-trick, manteo por parte de sus compañeros y reconocimiento general de una afición que nunca volverá a ver a un jugador como él. «Creo que esos momentos quedan para uno y que no los podré olvidar jamás», confiesa abrumado.

El «10» no lo volverá a llevar Tete, pero en la mente de los aficionados quedará la vuelta del hijo pródigo. La temporada que viene, quién sabe, puede ser el segundo de Moli. Dirigir un banquillo junto a su «padre» futbolístico. Otro reto más.