A las 16.00 horas comienza el turno de Jesús, el conserje del pabellón cubierto de Vélez Málaga. Lleva ya cinco años como empleado municipal. Jesús atiende el despachito que está a la entrada del recinto, ya en el interior. Es el chico para todo de la instalación. Ayuda, ordena, atiende y a las 23.00 horas echa el cierre y se marcha a casa. Jesús es uno más, aunque él es muy especial. Por dentro y por fuera.

A Jesús le delata una leve cojera. Nada que le impida desarrollar su trabajo con profesionalidad y una sonrisa en la cara. Nació hace 32 años con espina bífida. La enfermedad le dejó una secuela en su pierna izquierda: una monoparesia, una parálisis que impidió la normal formación del miembro. Creció en el colegio como uno más, miembro de una familia de cinco hermanos. A los 14 años se subió a una silla de ruedas especial. Siempre le había gustado hacer deporte. En el colegio incluso los profesores tenían que frenarle. Pero hasta entonces no había sentido curiosidad por lanzar a canasta sentado. Jugar al baloncesto en silla de ruedas era algo nuevo para él. Y aquella afición le ha llevado ahora a la elite, a hacer historia para el deporte español. Jesús se colgó justo hace una semana la medalla de plata en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro. Un hito para el deporte de nuestro país y para el baloncesto en silla de ruedas. Una hazaña mayúscula para la selección, en la que Jesús ha tenido protagonismo. «Es un sueño, aún estoy en una nube. Llevo dos días en casa y todavía no me lo creo», confiesa el base del Clínicas Rincón Amivel.

El camino para llegar a la gloria no ha sido nada sencillo para este héroe con una doble vida: conserje por las tardes y deportista de elite por las mañanas, cuando se entrena en solitario, y por las noches, cuando se entrena junto a sus compañeros. «Somos una gran familia», dice del Amivel de Paco Aguilar.

Prometedora carrera. El gusanillo poco a poco creció y ese deporte le robó el corazón. Con sólo 18 años fue convocado por la selección española sub´23. Dos años después, a los 20, acudió con el equipo nacional de la categoría al Europeo de Bélgica, en Malle. Allí ya supo que el básket iba muy en serio, que iba a ser parte de su vida. Jesús se colgó la medalla de bronce. Corría el 2004 y puso un punto y seguido a su club de toda la vida, en el Amivel.

En Murcia había nacido el Fundación Polaris World en silla de ruedas. Con 21 años, en la temporada 2004/05, hizo las maletas y cambió su vida. «Era un nuevo equipo, una nueva ciudad, otros hábitos... todo diferente. Tuve que dejar Trabajo Social porque allí entrenábamos mañana y tarde, y me apunté a la UNED. Ascendimos de Primera Nacional a División de Honor invictos».

La guinda a aquella magnífica campaña la puso en el Mundial sub´23 de Birmingham, cuando acabó como máximo anotador de la selección. España cayó en cuartos de final. Continuó en Murcia, donde se proclamó subcampeón de Liga antes de firmar su mayor logro con la selección sub´23: campeón de Europa en Estambul´06 con Paco Aguilar, su entrenador de toda la vida, en el cuerpo técnico. Se convirtió en todo un «júnior de oro». Jesús pensaba a lo grande y los logros comenzaban a llenar su currículum. Así que se marchó a la Universidad de Illinois (EEUU) para perfeccionar durante el verano, debutó en la Copa de Europa con su club e incluso acudió a una preselección de la selección absoluta antes de emprender la aventura australiana.

Jesús aceptó fichar por los Roller Hawks en la mejor Liga del mundo. Un compañero del Polaris, Brett Stibners, se lo planteó, y ni lo pensó. «Necesitaban un base y allí la Liga dura sólo tres meses, es entre siete equipo, y juegan los mejores del mundo, y ni me lo pensé», explica. Con los Roller Hawks, equipo de la ciudad de Wollongong, se proclamó subcampeón por detrás de Perth.

Cuando regresó a casa en la temporada 2008/09, en Torre del Mar recibió un inesperado mazazo: un lipoma medular. Jesús volvió a la lucha como el guerrero que siempre ha sido justo cuando la selección absoluta le comunicó que iba a acudir al Europeo. Tras una operación complejísima en la espalda y dos meses en cama, Jesús volvió a nacer. Y lo hizo en un nuevo cuerpo. El tratamiento de corticoides y la inactividad le hicieron engordar 10 kilos. Pero él, lejos de tirar la toalla, siguió sorteando elementos, igual que hace en la pista con el balón en las manos. En Primera Nacional, con el Clínicas Rincón Amivel, volvió a coger la forma y en el partido por el ascenso anotó el triple que le dio el ascenso al club axárquico a la máxima categoría del básket en silla de ruedas.

Jesús ya no ha vuelto a bajarse del tren de los mejores. Europeo de Israel, Juegos Paralímpicos de Londres´12, Mundial de Corea del Sur 2014... Hasta que este verano ha tocado el cielo de Río con las dos manos. «Ha sido una experiencia única. No esperábamos para nada poder estar tan arriba. Pero fuimos creciendo en la competición. Somos un equipo con muchos recursos ofensivos, que puede atacar de formas muy diferentes y hacer daño a través de muchos jugadores», explica el base torreño, que valora el logro.

Unos Juegos de ensueño. España ha firmado unos Juegos Paralímpicos de ensueño. El combinado nacional debutó con una contundente victoria ante Canadá (80-46), repitió triunfo ante Japón (55-39) y encajó su primera derrota en la fase de grupos ante Turquía: 55-58. No volvió a perder más en todo el torneo hasta la gran final. Se hizo con la primera posición de su grupo al vencer a Australia 75-64 y Holanda (66-48). Y llegaron los temibles cruces.

En cuartos de final, Alemania estuvo a punto de echar a España de la Paralimpiada. «Yo estaba convencido de que íbamos a remontar en el último cuarto, porque ellos estaban dominando a base de tiros afortunados y de anotar sobre la posesión, con dos triples a tablero», dice Jesús. Y así fue. La remontada llegó (70-66) y en las semifinales España jugó, probablemente, su mejor partido en los Juegos. Frente al Reino Unido, la selección dio lo mejor de sí para vencer 69-63. «Hicimos un partido muy inteligente, jugando con cuatro grandes mucho tiempo, controlando el rebote y poste bajo», recuerda el axárquico.

España ya había hecho historia. Jamás se había metido en una final paralímpica. Y ahora tocaba el «coco»: Estados Unidos. «Competimos, hicimos muchas cosas bien y llegamos a los últimos minutos con sólo dos abajo. Pero ahí nos mataron», resume el base, que jamás olvidará las sensaciones que le bordearon en la final. «Cuando fui al tiro libre y me vi allí, en una final olímpica, con los aros, el pabellón, Estados Unidos... Entonces comprendí la grandeza de lo que estábamos consiguiendo».

Las penurias de un paralímpico. Sin embargo, no es todo «plata» lo que reluce. Jesús se ha sentido muy solo antes de acudir a Río. «Ahora estoy realmente agobiado, la verdad. Pero antes me sentí solo, sin ayudas», relata. Para ir a Río tuvo que comprar una nueva silla -el coste de una de competición a medida ronda los 4.000 euros- y llamó a varias puertas para pedir ayudas económicas y no se abrió ninguna. «Todo esto es una pena, pero en fin... Fastidia porque compañeros de selección, además de las beca ADO, tienen ayudas de sus comunidades autónomas y de sus diputaciones. Yo aquí no tengo contactos y no me hacen mucho caso. No debo ser el único. He sido el único malagueño en ir a los Juegos, sólo a última hora repescaron al fútbol sala y fueron dos más. Y que Málaga apenas tenga representación da mucho que pensar», se lamenta el torreño, que vive de su sueldo como trabajador municipal en el Ayuntamiento de Vélez, ya que en el Clínicas Rincón Amivel recibe una gratificación muy modesta. Ojalá que su medalla de plata en los Juegos Paralímpicos de Río le sirva para captar la atención del entorno y que instituciones y patrocinadores le ayuden a poder lucir, como merece, su presea plateada.