Peter Johnstone era un chico pelirrojo, espigado, de mirada triste, al que siempre pudo la responsabilidad y el sentido del deber. Hasta el último día de su joven vida. Tenía 21 años cuando William Maley, el hombre que dirigió los pasos del Celtic durante 43 años (entre 1897 y 1940), se acercó a verle jugar en el modesto Glengraig Celtic. Johnstone ocupaba con el fútbol el tiempo que le dejaba su trabajo en las minas de carbón próximas a Cowdenbeth, el pueblo en el que había nacido.

Maley se acercó un par de veces a verle jugar y siempre se llevó de él la misma sensación, que a aquel futbolista nunca se le acababa la energía.

Jugaba en punta, pero el entrenador tenía otros planes para él. Por eso se lo llevó a Glasgow. Habló con él y con su familia y les convenció de que en el Celtic le esperaba un porvenir que la mina nunca le daría. A las pocas horas estaba subido a un tren mientras Maley le explicaba el significado de jugar en el equipo y le advertía de la exigencia que le esperaba.

La respuesta de Johnstone fue mucho mejor de lo que Maley podía prever. Firmó en 1908 por un equipo que había conquistado los tres títulos anteriores, pero no tardó en hacerse un hueco en la alineación. Fue el recambio que el entrenador encontró para uno de los preferidos de la afición, William Loney. Era el comodín de Maley que le utilizaba tanto de defensa central como en el medio del campo donde su despliegue físico le permitía pisar con facilidad el área rival. Era un torbellino al que los aficionados del Celtic no tardaron en componerle una canción en la que se alababa su capacidad para jugar en cualquier posición.

El técnico le convirtió en uno de los fijos de su once. Lo jugaba todo. El equipo ganó en firmeza gracias a su presencia y se hizo intratable en Escocia. Seis títulos cayeron de forma consecutiva en Parkhead antes de que el Rangers recuperase la hegemonía en Escocia tras hacer un importante gasto en su plantilla dispuesto a terminar con aquel dominio de los católicos.

Pero en 1914 las cosas volvieron a su sitio. Fue una temporada extraordinaria porque el Celtic firmó uno de sus primeros dobletes (Liga y Copa) de su historia recibiendo apenas 14 goles en toda la campaña.

Algo imposible de entender sin Johnstone ejerciendo de mariscal en el campo. Maley le adoraba. Su comportamiento en el campo, pero también su sentido del deber. Siempre correcto y responsable. Por eso no le sorprendió cuando en 1915 le comunicó que siempre que pudiese se acercaría a su comarca natal para echar una mano en la mina.

La Primera Guerra Mundial había aumentado la demanda, entre otras muchas cosas, de carbón y toda ayuda era necesaria. A diferencia de lo sucedido en Inglaterra, donde las competiciones se detuvieron por culpa del conflicto armado, en Escocia continuó jugándose el campeonato.

Johnstone iba y venía continuamente. Cumplía en todo lo posible con el Celtic y los días que le concedían libre los ocupaba en alimentar la máquina de guerra que se había puesto en marcha en Europa.

Deber patriótico

Su rendimiento bajó algo, pero aún así el Celtic ganó las Ligas de 1915 y 1916 con él en todas las alineaciones. Maley, un hombre de carácter, no ocultaba su admiración y solía ponerle de ejemplo continuamente aunque en marzo de ese mismo año le dio un pequeño disgusto cuando entró en su despacho para comunicarle que se había alistado en el Argyll and Sutherland Highlanders, el regimiento escocés del ejército británico, y que en poco tiempo se desplazaría al sur de Inglaterra para realizar su formación.

El entrenador le pidió que reconsiderase su idea, le habló de las horribles noticias que llegaban de Francia, de su mujer Isa y de los dos niños (Nelly y Peter) que le esperaban en casa, aunque en el fondo supiese que aquel muchacho no era de los que se doblegaban con facilidad.

La decisión ya estaba tomada. A «Big Peter» -como le llamaba Maley- le habían tocado la fibra especialmente algunos artículos de prensa en los que se etiquetaba a los clubes de fútbol y a los futbolistas de «escapistas de la guerra» por no comprometerse con el conflicto.

Era minero -estaban exentos de ser reclutados-, padre de familia - fueron movilizados cuando los voluntarios no cumplían con el cupo- y futbolista. Tenía muchas fórmulas para librarse, pero sentía una llamada del deber que Maley no podía comprender.

Johnstone tampoco se despidió en ese momento del Celtic. Mantuvo su ficha y, a comienzos de la siguiente temporada, participó en varios partidos especialmente importantes como el duelo de Copa ante el Glasgow Rangers, que ganaron de forma incontestable a su eterno rival.

El 7 de octubre de 1916 se vistió por última vez la camiseta del Celtic. Fue en la final de la Copa de Glasgow ante el Clyde, que ganaron 3-2 y en la que marcó uno de los goles. Poco después su batallón se desplazaría a Europa y el fútbol quedó apartado de su lista de prioridades. La principal era escapar con vida de aquella jauría en la que se había convertido Europa.

Su batallón fue enviado a la Batalla de Arras y allí, entre el 12 y el 16 de mayo de 1917, Peter Johnstone desapareció junto a centenares de soldados. Nunca se identificó el cuerpo de quien tenía el número de servicio 285250, que seguramente descansa en el cementerio de Amiens, junto a centenares de soldados a los que nadie fue capaz de poner nombre.

El 6 de junio la noticia de su desaparición llegó a los periódicos de Glasgow. Un drama para la afición del Celtic y sobre todo para Maley, que nunca se perdonó haber sido incapaz de convencerle.

Una Guerra muy dañina

El Celtic, como tantos otros equipos, perdió a varios exjugadores en la Primera Guerra Mundial. Willie Angus, John McLaughlin, Archie McMillan, Leigh Roose, Donnie McLeod y Robert Craig murieron después de haber vestido la camiseta del equipo católico de Glasgow.

Peter Johnstone fue el único que todavía era miembro de la plantilla cuando se dejó la vida en Francia. Para siempre quedó sin abrir el quiosco de prensa que pensaba poner en marcha cuando se retirase del fútbol y para el que ahorraba buena parte del sueldo de cinco libras que cobraba desde su llegada al Celtic, un club que nunca lo olvidará.