A Yifter nunca le preocuparon los récords. Para él el atletismo era algo tan sencillo como tratar de llegar a la meta antes que el resto, economizar esfuerzos, reservarlos para el momento decisivo de la carrera. El etíope del que nadie conocía su edad exacta pertenece a esa legión de mitos que ha dado su país al deporte y que él ayudó a potenciar inspirando con sus triunfos a las generaciones futuras que crecieron pegados a una radio mientras escuchaban las transmisiones que la cadena nacional hizo de sus victorias en los Juegos Olímpicos de Moscú.

Yifter «The Shifter» le apodaron por su prodigioso cambio de ritmo en la última vuelta, esa arma que le convirtió en intocable para sus rivales y que comenzó a cultivar cuando durante su etapa en el ejército y tras probar en diferentes oficios llegó al atletismo.

Su nombre pronto perseguiría los de Bikila y Mamo Wolde, los hombres que señalaron el camino. Pero también comenzaron a llegar los desencuentos con las autoridades de su propio país. La más llamativa sucedió durante los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972. Solo un año antes había asombrado en un encuentro África-Estados Unidos celebrado en Carolina del Norte. Hasta entonces había pocas referencias de él. Allí ganó los 10.000 metros y cometió un error de cálculo en los 5.000 (creyó estar en la última vuelta cuando faltaba otra) que le impidió el doblete, pero puso su nombre en el mapa del fondo mundial.

En Múnich, Yifter se colgó su primera medalla olímpica. Fue en los 10.000 metros en una prueba loca ganada por Lasse Viren con récord del mundo y que le empujó a lograr su mejor marca de siempre en la distancia. Pero cuatro días después no se presentó a su serie de los 5.000 metros. Todo un misterio que nunca quedó demasiado claro.

Misterio sin resolver

Se dijeron muchas cosas y se presentaron teorías de todo pelaje. Yifter culpó a los responsables del equipo etíope que le llevaron a una pista de calentamiento a la misma hora a la que debía estar corriendo en el estadio olímpico. Según él, era una represalia por pertenecer a la provincia rebelde de Tigray que se oponía al régimen de Haile Selassie, cuyo reinado vivía sus últimos y complicados años.

La cuestión es que las autoridades decidieron castigarle y Yifter fue encarcelado por lo que se consideraba una traición a la patria. Pasó tres meses entre rejas por culpa de aquella ausencia, mascullando rencor hacia quienes gobernaban el país.

La revancha soñada en Montreal, aquella en la que debía medirse de nuevo a Lasse Viren, nunca llegó a producirse. El finlandés firmó su segundo doblete consecutivo en el fondo mientras Yifter seguía su gesta desde casa. La culpa la tenía el boicot que la África negra había hecho a los Juegos por culpa de los All Blacks. La selección de rugby de Nueva Zelanda había hecho una gira por Sudáfrica, país que estaba excluida de competiciones deportivas por el «apartheid».

Congo solicitó que la sanción incluyese a Nueva Zelanda por haberse saltado la prohición aunque fuese en un deporte no olímpico como el rugby. El COI no hizo caso de la propuesta y en respuesta los países africanos renunciaron a acudir a Montreal, con lo que el atletismo sobre todo se vio seriamente tocado.

Moscú, última oportunidad

Eran los tiempos en que los boicots estaban al orden del día. En Moscú la renuncia aún fue mayor (Estados Unidos y algunos países occidentales reaccionaron así a la invasión rusa de Afganistán), lo que redujo también el nivel de algunas pruebas. Yifter estaba ante la que sería su última oportunidad. Por allí andaba todavía Viren, competitivo aunque lejos de su mejor momento, y sobre todo su heredero, Karlo Maaninka.

Pero Etiopía lucía un gran equipo para las pruebas de fondo con Yifter, Kedir y Kotu. Allí fue donde explotó en toda su dimensión la figura de Yifter «The Shifter». Un descomunal ataque a falta de 300 metros que no encontraba respuesta en sus rivales. Así se impuso en la final de los 10.000 metros a Maaninka y a sus dos compañeros de equipo.

En Moscú para la prensa se convirtió en un misterio conocer la edad de Yifter. Nadie la sabía con exactitud. Había quien decía que tenía más de cuarenta años aunque oficialmente su año de nacimiento era 1944. Su escaso pelo, sus arrugas y su cara avejentada ayudaba a alimentar las dudas sobre su edad.

Cuando le preguntaron tras su victoria en la prueba de diez kilómetros se limitó a decir: «Nunca los conté. La gente puede robar mis pollos, mis cabras, pero no mis años». Y así lo dejó.

Unos días después completó su obra en los 5.000 metros. Una prueba compleja en la que Yifter pasó algunos apuros hasta que su compañero Kedir le abrió la puerta que llevaba al oro. Estaba encerrado al comienzo del útimo giro y así siguió hasta la contrarresta. Kedir, que iba en cabeza y tenía la cuerda, lanzó un vistazo en busca de su líder a la espera del cambio brusco. Se echó un metro a su derecha y le dejó libre el carril para que Yifter explotase como un cohete y saliese en busca del segundo oro. Así sucedió.

Doblete histórico

Otra victoria incontestable para convertirse en el tercer hombre tras Zatopek y Viren que lograba el doblete olímpico en el fondo. Poco más hizo en el atletismo YIfter. Un año después se retiró de la alta competición. Los Ángeles estaba demasiado lejos, pensó. Se dedicó a entrenar y a mantener su relación compleja con las autoridades de su país. Tanto fue así que en 1997 se marchó a Canadá a entrenar.

Regresó hace algunas semanas, ya muerto, después de que una insuficiencia respiratoria se lo llevase los últimos días del pasado mes de diciembre. Con él se marcha el gran misterio que le acompañó en vida: su verdadera edad.