A las cinco de la tarde de este gélido domingo, 36 horas después, a más de 200 kilómetros del punto de partida en Almería capital, el ya mítico Súper Paco recibía justo a las puertas del Ayuntamiento de Málaga a su hijo, también Francisco Contreras como él, y a otros cinco intrépidos ultrafondistas que este año han conseguido completar el décimo recorrido inverso que sirve para conmemorar La Desbandá. Se trata de una versión mucho más exigente de esa otra ruta senderista que por etapas rememora el sangriento éxodo masivo de la carrera de Málaga a Almería, en plena Guerra Civil.

A estos auténticos aventureros les gustaría que la prueba no reglada que idearon hace ahora una década tuviese algún tipo de respaldo oficial. Pero por lo pronto tienen que conformarse con el recibimiento que les prestan familiares y allegados en el principal edificio consistorial del Paseo del Parque. Lo cierto es que cada mes de febrero, para recordar aquel del año 1937, se suman nuevos ultrafondistas. A las cinco maratones que a pie completan en unas 36 horas hubo que añadirle este fin de semana el trazado de ida y vuelta que de manera paralela han cubierto tres ciclistas en bicicleta de montaña: unos 400 kilómetros en «un buen puñado de horas menos».

El cartameño Francisco Contreras, que fue el impulsor de esta iniciativa a finales de la pasada década, reconoce que para batir la marca de 2017 en unas dos horas ha podido influir que ha hecho menos calor: «Por la noche sí que nos ha hecho más frío, pero tampoco hemos padecido la lluvia del año pasado en varios tramos. Partimos este sábado por la mañana un total de 11 y por diferentes problemas físicos o imprevistos no hemos llegado más de media docena. Es una prueba muy dura. Cuando has llegado a los 100 kilómetros ya estás reventado y tienes por delante otros 100. Y lo peor es cuando llegas a Nerja y empiezas a ver Málaga al fondo. Parece que no vas a llegar nunca», relata.

Acerca de las vivencias de ese último tramo, después de cruzar el límite entre las provincias de Granada y Málaga prácticamente al amanecer, el propio Contreras agrega: «Es el momento en el que te toca tirar de cabeza. Intentas correr o trotar pero ya no tienes la chispa necesaria. Terminas por andar y por intentar no pensar en que lo tienes hecho». El ritmo entonces decrece y decrece. El grupo alcanza Benajarafe pasadas las doce del mediodía; Rincón de la Victoria, a las dos; hasta que enfila los últimos kilómetros a las cuatro de la tarde. Súper Paco, en vez de recibirlos de manera estática y a pesar de que el sábado disputó una prueba de fondo, toma el camino hacia El Palo e incluso intenta servirles de liebre hasta la meta. Son momentos únicos, propios de un recorrido emocionante, con el recuerdo siempre presente a las víctimas de un asfalto que hace 81 años se tiñó de sangre, como expresan estos corredores.

Javier Hernández, que en esta edición se vio obligado a abandonar al filo de la medianoche, en Motril, no se trata de una prueba deportiva, sino de una especie de «viaje sobre el asfalto». Y explica que sí están reglamentadas otras carreras atléticas por carretera con bastante leyenda, como es el caso de los 246 kilómetros del ultrafondo de Atenas a Esparta: la temida Spartathlon: «Lo peor del recorrido nuestro es que por fechas está muy cerca del gaditano Ultra Trail Sierra del Bandolero, de forma que quienes quieren competirlo a la caza de una buena marca tienen que omitir pegarse esta paliza con nosotros».