Este pasado fin de semana tuve la oportunidad de formar parte de la expedición que viajó a Lituania para jugar la ida del partido europeo entre el Zalgiris y el Rincón Fertilidad Málaga. Un viaje duro, cansado; muchos kilómetros en avión, autobús y un envite donde la suerte les hizo el guiño a las lituanas.

Guardo para mí muchos momentos vividos, recuerdos imborrables y sensaciones que sólo el deporte puede ofrecernos. Además, nos queda la vuelta en Cártama, que hay que jugar y donde espero que nuestro equipo pueda sacar la casta que tiene, ganar y estar en la siguiente ronda. Creo en ello y en nuestras jugadoras y sé que lo vamos a conseguir.

En lo que respecta al viaje, he de decir que fue divertido y nos enseñó muchas cosas. Porque verán, desde siempre me han hablado de los valores del deporte, de lo que significa el compañerismo, hacer equipo y afrontar juntos una situación adversa para poder mirar al frente y pelear para conseguir la victoria. Es lo habitual dentro de cualquier disciplina; hacer piña y aunar esfuerzos para batir al rival. Pero hay algo más.

Esa fue la consigna de todos para el choque de vuelta, que se jugará mañana, día 10, en tierras malagueñas. Con el frío en los huesos, calados y aún pisando la tierra de Sabonis, hubo conjura para ganar; agresividad, dientes apretados y las ganas de que fuera ya el partido de vuelta. Y ganar.

En el plan de viaje habíamos previsto partir del hotel a las 4:30 horas de la madrugada con el fin de llegar a punto al avión que nos llevaría hasta Londres y de ahí a Málaga. Costó mucho ser puntual, créanme. Y es que después del trayecto de ida, desplazamientos, partido y demás, lo que más se echaba de menos era tiempo para descansar. Así que con las ganas justas y un café caliente en el cuerpo, hicimos de tripas corazón para salir de la habitación del hotel y encarar el otro reto, convertido en viaje de vuelta.

Y como les digo, este viaje fue diferente por muchos aspectos. Sobre todo por el aprendizaje y la lección que nos dieron de deportividad sus protagonistas. Al menos uno de ellos. Les hablo del profesor Antanas Skarbalius, entrenador del Zalgiris, que quiso acompañarnos en la despedida y felicitar a las chicas por todo. ¡Eran las 4:30 de la madrugada! Y ese señor, que lo ha ganado todo, o casi todo en el mundo del deporte, nos hacía ver que hay que ser grandes en la derrota y también en la victoria. La suya, que nos dibujó a todos una sonrisa y nos hizo ver que esto es una competición, sí, pero el deporte sigue guardando ese grado de humanismo que lo encumbra.